domingo, 6 de julio de 2014

MEDIO PAN Y UN LIBRO


MEDIO PAN Y UN LIBRO.




Locución de Federico García Lorca al Pueblo de Fuente de Vaqueros (Granada)
en Septiembre 1931.
Al leer este mensaje a la gente de su pueblo, Federico García Lorca, se estaba anticipando en más de 80 años a lo que le está ocurriendo en estos momentos a la mayoría de la humanidad, donde millones de seres humanos, además de padecer hambre por falta de alimentos , está padeciendo hambre de cultura, hambre por negárseles los conocimientos intelectuales necesarios para que sean seres libres, conocedores de la realidad de lo que está pasando en este mundo globalizado para millones, y para otros tantos viviendo en la noche de la ignorancia total, esclavos de los que detentan el poder, seres humanos que viven miserablemente sin herramientas para defenderse y sin poder escalar a las alturas de la montaña del saber, sumergidos en la pobreza porque no han podido alcanzar a los libros, ellos son los que nos guían.
Yo hace un tiempo al ir a tomar uno de mis amados libros de cuando iba a la escuela, me vino la inspiración de escribir esto:

LIBROS.

Yo amo los libros que me dejan sueños
de un vivir dichoso,
de un andar liviano
cual fértil semilla que dejó en mi pecho
espiga madura  de sabiduría.
Cuando los amamos
son como luceros
con que alumbramos nuestra oscuridad.

Los libros, ¡los amo!
me llenan la vida
refrescan mi alma
y me dan la mano
con su mundo mágico de sueños lejanos…

Los libros hacen que nuestra alma esté viva, que nuestro corazón cante en nuestro pecho por saber extraer de ellos todo aquello que enriquece nuestra vida; los libros son tan necesarios como el respirar, forman parte de nuestra vida, ya que sus palabras impresas son el oxígeno que hace posible seguir viviendo.

Medio Pan y un Libro.
Locución de Federico García Lorca al Pueblo de Fuente de Vaqueros (Granada). Septiembre 1931.
“Cuando alguien va al teatro, a un concierto o a una fiesta de cualquier índole que sea, si la fiesta es de su agrado, recuerda inmediatamente y lamenta que las personas que él quiere no se encuentren allí. ‘Lo que le gustaría esto a mi hermana, a mi padre’, piensa, y no goza ya del espectáculo sino a través de una leve melancolía. Ésta es la melancolía que yo siento, no por la gente de mi casa, que sería pequeño y ruin, sino por todas las criaturas que por falta de medios y por desgracia suya no gozan del supremo bien de la belleza que es vida y es bondad y es serenidad y es pasión.
Por eso no tengo nunca un libro, porque regalo cuantos compro, que son infinitos, y por eso estoy aquí honrado y contento de inaugurar esta biblioteca del pueblo, la primera seguramente en toda la provincia de Granada.
No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio de Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social.
Yo tengo mucha más lástima de un hombre que quiere saber y no puede, que de un hambriento. Porque un hambriento puede calmar su hambre fácilmente con un pedazo de pan o con unas frutas, pero un hombre que tiene ansia de saber y no tiene medios, sufre una terrible agonía porque son libros, libros, muchos libros los que necesita y ¿dónde están esos libros?
¡Libros! ¡Libros! Hace aquí una palabra mágica que equivale a decir: ‘amor, amor’, y que debían los pueblos pedir como piden pan o como anhelan la lluvia para sus sementeras. Cuando el insigne escritor ruso Fedor Dostoyevsky, padre de la revolución rusa mucho más que Lenin, estaba prisionero en la Siberia, alejado del mundo, entre cuatro paredes y cercado por desoladas llanuras de nieve infinita; y pedía socorro en carta a su lejana familia, sólo decía: ‘¡Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera!’. Tenía frío y no pedía fuego, tenía terrible sed y no pedía agua: pedía libros, es decir, horizontes, es decir, escaleras para subir la cumbre del espíritu y del corazón. Porque la agonía física, biológica, natural, de un cuerpo por hambre, sed o frío, dura poco, muy poco, pero la agonía del alma insatisfecha dura toda la vida.
Ya ha dicho el gran Menéndez Pidal, uno de los sabios más verdaderos de Europa, que el lema de la República debe ser: ‘Cultura’. Cultura porque sólo a través de ella se pueden resolver los problemas en que hoy se debate el pueblo lleno de fe, pero falto de luz.

Esto da lugar a una gran reflexión.

Un abrazo a todos y cada uno.


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