sábado, 12 de enero de 2013


EL BAMBÚ JAPONÉS

El que siembra la tierra sabe que hay que esperar, no impacientarse para así ver el fruto de lo que sembró.
Pero los que han de batir récord de paciencia son los que plantan las semillas de las cañas de bambú.
Luego de plantadas, la abonan y la riegan constantemente.
Durante los primeros meses no sucede nada y ¡tampoco los primeros seis años!; sin embargo durante el séptimo año, en tan sólo seis semanas la planta de bambú crece ¡más de treinta metros!. ¿Tardó sólo seis semanas en crecer?.
No,la verdad es que se tomó siete años y seis semanas en desarrollarse.
Durante los primeros siete años de aparente inactividad, apenas crece, este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le permitirían sostener el crecimiento que iba a tener después de siete años.
Leer esto nos lleva a un profunda reflexión: 
Dicen que el impaciente no está en armonía con el Universo.
Aprendamos de los que plantan semillas de bambú, cultivemos nuestra paciencia y así  veremos los frutos de nuestro esfuerzo.
El bambú en su crecimiento nos da una gran enseñanza; si lo aplicamos a nuestra vida nos será de gran ayuda:
Primero hay que estar bien arraigado a la tierra,tomarnos nuestro tiempo, echar raíces muy profundas para que ningún vendaval nos derribe.
La vida está llena de pruebas que sortear, y para ello tenemos que sentirnos muy seguros de no ser derribados.
Así que primero afianzarse a la tierra y luego ¡VOLAR! hacia las alturas buscando la gloria del Infinito.
Acá les dejo algo que escribí hace un tiempo.
El vuelo
Volar...volar... volar como un ave, ¿quién no lo ha soñado alguna vez?.
¿Quién no ha querido elevarse más allá de las nubes en el espacio infinito y sentir la libertad que da la ingravidez y hacerse uno con él?.
Ver desde otro lugar el mundo que nos rodea y "escuchar" el silencio,sentir la pureza del aire que se respira, la alegría de ser como un ave, y dialogar con el Espacio, estar más cerca del Cielo, de las estrellas. Poder sentir que somos parte del Universo, una célula del Cosmos, una gota del mar, una mota de polvo,una gota de rocío, un grito de libertad que se pierde en la inmensidad del espacio sideral...
Poder ser UNO con todo, y, luego descender nuevamente a la Tierra trayendo en las retinas y en el alma toda la belleza que se pudo vislumbrar en ese contacto con la pureza que reina más allá del mundo material en el que vivimos sumergidos.
¿Quién no ha soñado alguna vez volar como un ave?.
Y hablando de raíces, acá les dejo  una reflexión que tuve un día mirando nuestro río Santa Lucía Chico:
Raíces
Mirando deslizarse el río que ha vuelto a su cauce luego de las crecientes,observaba a los árboles de la orilla opuesta; veía sus raíces descubiertas, el agua les ha sacado toda su protección y sostén.
Pero ellas estaban adheridas a la Madre Tierra, querían seguir viviendo, estar presentes en el lugar donde nacieron; hundían cada vez mas sus raíces para que el agua no los arrastrara; para seguir reflejándose en las aguas del río que las alimentaba; dando sombre y frescura en verano a quienes se cobijaban debajo de ellos. La generosidad que los anima hace que luchen para no caer abatidos por la fuerza de as aguas que todo lo arrastra...,para que el viento pueda seguir cantando entre sus hojas y los pájaros anidando entre sus ramas. 
Ellos quieren estar vivos bajo el cielo azul o azotados por las lluvias y las tormentas.
Así tenemos que ser nosotros: árboles con las raíces afuera mostrando nuestras debilidades, pero luchando para seguir acá en la tierra, azotados por los vendavales de la Vida, pero sin dejarnos abatir por ellos.
Después de todo esto, un abrazo a todos y cada uno.

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