Con el comienzo de las clases he decidido publicar los cuentitos ya editados y que se encuentran en todas las escuelas del departamento de Florida.
Son cuentitos anecdóticos,vivenciales; escritos especialmente para mis nietos de sangre, pero que ahora comparto con mis "nietos universales", como una desmostración de que: Todos somos uno.
Espero que les guste y disfruten de su lectura.
Gonzalo y Agustín:
Amados nietitos, les dedico estos hechos reales en forma de cuentitos para que puedan disfrutar mejor de ellos.
Fueron las mascotas que vuestro padre y tía Marichú tuvieron de niños. Los cuidaron y amaron mucho, no sólo enriquecieron sus vidas, sino también la de nosotros, sus padres.
Fueron únicos e irrepetibles; ellos también disfrutaron de esta bendita y espaciosa casa recorriéndola con placer.
Todos estos tiernos recuerdos, nos hacen sonreír dulcemente y nos llenan de alegría el corazón, pues formaron partes de nuestras vidas y por lo tanto son inolvidables para todos nosotros.
Ojalá los disfruten tanto al leerlos como yo al escribirlos … pongo todo mi amor al hacerlos.
...Mis cuentitos son la herencia que de mí les quedará, pedacitos de recuerdos que podrán atesorar en sus tiernos corazones con un amor especial…
Amar a estas tiernas criaturas del Reino Animal nos enriquece interiormente y nos enseña a ser solidarios, compasivos y a valorarlos en toda su dimensión.
Reciban todo el amor de esta abuela, deseando que el Señor cante siempre en sus corazones.
Abuela Hortelia.-
Mis nietitos tinerfeños hechos de oro y de miel
pedacitos de mi alma ¿cuándo los abrazaré?.
Otra tierra los sustenta, otro Cielo los cobija
los alisios los arrebujan con perfumes yodo y sal.
El Sol los dora en la playa con sus castillos de arena
sus manos tocan el timple con canciones del lugar
mientras acá abuela Hortelia sueña poderlos abrazar.
Mis nietitos tinerfeños viven allende la mar
que los ángeles los cuiden y los traigan pronto acá
para abrazarlos y besarlos hasta ya no poder más.
PRÓLOGO
Opinión de algunos docentes con respecto a estos cuentitos.
ya que los cuentitos fueron leídos en la clase.
Leyendo «Cuentitos para mis nietos» de Hortelia Díaz de Otero, puede apreciarse la sensibilidad y amorosa feminidad, de quien se ha realizado como esposa,
madre, abuela y ser humano. Sólo una personalidad que ha disfrutado de las cosas
sencillas y fundamentales de la vida, puede escribir sobre ellas, con tanta candidez
y sentimiento, rescatando aquello que no es perceptible a la vista; que permanece
en la esencia de las cosas y se aprecia con el alma.
Los personajes inquietos, como niños curiosos y traviesos, salen alegres de estas
páginas; los «vemos» transitar a los saltitos, volando o caminando rapidito por el
césped del jardín llenos de colores y aromas, en ese paraíso viviente que es la casa
de Hortelia.
¡Quién de nosotros no desearía volver a la infancia para disfrutar del cariño de
esta abuela amorosa y de la complicidad de tan simpáticas «mascotas» que tienen
nombre propio?
La producción de Hortelia está llena de paisajes cotidianos, descritos con lenguaje
sencillo y pleno de sentimientos, con mucho material y pleno de valores, al cual
los niños podrían asomarse a través de la lectura.
Creemos que si estos libros estuvieran en las aulas, constituirían una forma de
recrear un mundo colorido y alegre, un alimento para la personalidad de los niños
y una valiosa herramienta pedagógica para los docentes.
Inspectora General de Enseñanza Primaria
Mtra. Ma. Cristina González Domínguez.
CUENTITOS PARA MIS NIETOS...
LAS MASCOTAS DE MARICHÚ Y JOSELO
PATILO EL PATITO
Había unos hermanitos llamados Marichú y Joselo a quienes su papá les había
traído del campo un regalo: ¡un pichoncito de pato silvestre!.
Lo había encontrado solito… perdido… sin su mamá y papá, y al verlo tan desvalido
pensó: «no tiene quien lo proteja… se lo llevaré a mis hijos para que lo cuiden»
y así lo hizo. La alegría de Marichú y Joselo fue enorme cuando su papá les puso en
las manos aquel animalito tan pequeño… ¡y tan distinto a los pajaritos que visitaban
el jardín!.
Decidieron ponerle un nombre: se llamaría PATILO.
¿Sabes que fue lo primero que hicieron? conseguir una caja para que durmiera y
estuviera abrigado por las noches.
Como lo tenían que alimentar, Joselo se encargaba de ponerle agua para que
bebiera y Marichú la comida que PATILO devoraba a la vez que bebía el agua fresca.
Era un hermoso contacto con el Reino Animal que ellos tenían a través de los
amorosos cuidados y mimos que hacían a PATILO. Le hablaban, le cantaban y PATILO
encantado de tener tan buenos amigos, los seguía por todos lados, picoteándolos
juguetonamente diciendo cua - cua, cua - cua.
Para que PATILO no extrañara los baños en el arroyo donde su mamá lo llevaba a
nadar, le llenaban la bañera de agua y… ¡en ella lo ponían!.
Él nadaba y se zambullía ¡feliz!, mientras Joselo, Marichú y sus amiguitos lo miraban
contentos de verlo disfrutar tanto.
Cuando se cansaba de nadar y divertirse, lo envolvían en una toalla de baño (la
misma que había usado Marichú cuando era bebé): lo secaban bien y se sentaban
con él en un sillón de hamaca para acunarlo. El muy pícaro se quedaba dormido en
los brazos de sus amiguitos, a veces de Joselo… a veces de Marichú.
Un día siendo Patilo más grandecito, lo llevaron al jardín de Infantes para mostrarlo
a su compañeritos de clase.
Allí fue cuando la maestra les enseñó a todos los niños las DIFERENCIAS entre
PATILO que era un patito y los pajaritos que que ellos conocían. «Su pico es ancho
y chato como dos cucharitas con los dos orificios para respirar, llamados FOSAS
NASALES: el pico de los pájaros es más pequeño, fino y puntiagudo».
Sus patas son más cortas, y sus dedos están UNIDOS por una MEMBRANA, ¿por
qué?, porque anda en el agua, son algo así como «sus propios remos», les sirve
para nadar, además, las plumas son impermeables.
Cuando volvieron con PATILO a casa lo primero que le dijeron a su mamá fue:
«mamá, ¿ves estos agujeritos en el pico?... por ahí respira, son sus FOSAS NASALES.
Ya nunca más le dirían «agujeritos».
haciéndose grande. Su
cuerpo y su andar se hicieron
más pesados, su plumón de
bebé se fue convirtiendo en
plumas de pato grande, pero
ello no le impedía andar detrás
de los niños dentro de la casa.
Reinaba en ella.
Un día como tantos otros,
pasó por el cielo una bandada
de patos silvestres gritando…
cua… cua… cua.
Al oírlos sintió el llamado de
sus hermanos y decidió seguirlos,
así fue que abrió y batió sus
alas y… ¡comenzó a elevarse!…
¡ a volar!
Desde ese momento al integrarse a su nueva familia fue un hermoso pato silvestre dueño del espacio infinito, de bañados… lagunas… ríos y arroyos que encontraba
en su camino para nadar en sus aguas
Tal vez se enamoró y formó una linda familia, con hijitos a quienes llevaría a
nadar y enseñaría a vivir.
Fue así entonces, que gracias a que el papá de Marichú y Joselo sintió amor por
ese patito solitario y lo llevó a su casa para cuidar, que pudo crecer junto a los
niños recibiendo mucho, mucho amor para luego poder irse a formar una feliz
familia.
Y… colorín… colorado este cuentito se ha acabado.
MANUELA LA TORTUGA
En otra ocasión a Marichú y Joselo, su papá les trajo una tortuga de río. Era otro
animalito desconocido para ellos.
Les llamó la atención que su cuerpo estuviera dentro de ¡eso tan duro! llamada
caparazón.
Ésta es una robusta coraza que la protege.
La parte de arriba es curva y con dibujos geométricos, llamado «escudo», la parte
inferior casi siempre es plana, llamada «plastrón». Las dos partes están unidas,
dejando afuera sus patas cabeza y cola.
Le pusieron por nombre Manuela. Ellos disfrutaban viéndola pasear por el jardín,
con su andar lento buscando algún insecto, hojas tiernas o algún caracol para
alimentarse …; ¡es que llevar la casa a cuesta no ha de ser fácil …!.
Pero por algo la Madre Naturaleza se la dio, ya que su caparazón le sirve para
dormir y protegerse de algún peligro.
También se meten dentro de ella por timidez. Era muy gracioso verla cuando se
despertaba sacando su largo cuello con su pequeña cabeza, moviéndola de un lado
para otro husmeando su entorno … desperezándose …
En las tardecitas de verano, cuando Marichú y Joselo miraban dibujitos animados
en la tele, se sentía por el pasillo que desembocaba en el lugar donde ellos estaban
un ras- ras … ¡era Manuela que entraba!.
Como había escalones, se las ingeniaba para bajarlos o subirlos poniéndose de
costado contra la pared, ¡ eso era lo que producía el ras- ras …
Cuando desembocaba donde ellos estaban, seguramente atraída por los colores
y el brillo de la pantalla, estiraba su largo cuello mientras miraba atentamente todo
aquello …
Luego de unos momentos se retiraba y se repetía el ras- ras y Manuela se iba a
dormir.
Así vivió un tiempo siendo una querida mascota, mimada y cuidada por Marichú
y Joselo, pero un día decidieron devolverla al río que era su verdadero hogar. Entendieron que era una prueba de amor hacia ese inofensivo animalito.
Así que una tarde, la pusieron en un canastito y el papá los llevó hasta El Prado para que la soltaran en el río.
Lo hicieron … y diciéndole … ¡ ADIOS MANUELA! … la soltaron y ella entró en el
agua … se zambulló y se perdió de vista.
ESTABA DONDE TENÍA QUE ESTAR.
Quedaron con su recuerdo que aún los acompaña y … Colorín … colorado … este
cuentito se ha acabado.
MULI LA MULITA
En otra salida al campo, el papá de Marichú y Joselo les trajo ¡un pichón de mulita!…
¡vaya asombro!… ¡otra mascota con caparazón!, pero solamente por arriba,
cubriéndola como una mantita.
Tenía patitas cortas con uñas muy afiladas ¿sabes por qué?, porque la casita donde
viven es una cueva bajo tierra que ellas mismas tienen que escarbar y para ello
se necesitan dedos con ¡uñas muy fuertes!
Luego de la novelería del primer momento, la dejaron suelta en el jardín, ella
aprovechó para desaparecer y lo hizo por varios días… no la podían encontrar por
más que la buscaron, hasta que un día que la mamá de Marichú y Joselo estaba
regando el jardín sintió a sus espaldas ruido sobre el embaldosado del patio y cuando
quiso darse cuenta vio a la mulita que tomaba agua desesperada del chorro de la
manguera.
¡ Pobrecita! ¡tantos días escondida era lógico que tuviera sed y también hambre.
Frente al alborozo de la mamá llegaron corriendo Marichú y Joselo, muy contentos
porque había aparecido a quien daban por perdida.
A todo esto Joselo corrió hacia la heladera
y trajo en su manita carne picada
que le ofreció a la que ya llamaban Muli,
ella aceptó comer encantada aquél delicioso
manjar; cuando lo terminó, Joselo
le trajo un pequeño recipiente con leche
que también se bebió.
Así fue, que todos los días en un pequeño
plato, Muli recibía su carne picada
que devoraba bajo la atenta mirada
de Marichú o Joselo.
De ahí se hizo una integrante más del
jardín que lo recorría a placer y como se
había hecho tan mansita, también recorría
la casa detrás de ellos como si fuera
un perrito.
Cuando llegó el momento de cerrar la
puerta que da al jardín porque ya hacía
frío, ella cuando tenía hambre la golpeaba
para que se le abriera, como era de
hierro era fácil de escuchar.
Marichú o Joselo le hacían la broma
de sacarle el pestillo para que apenas
se entreabriera, y ella muy ingeniosa
se tiraba de costado y con el hocico y
las uñas lograba abrirla y entrar.
Como ya sabía donde estaba su comida
– porque siempre iba con Joselo
a buscarla- ¡se dirigía derecho a la heladera!,
y allí ella intentaba abrirla
como hacía con la puerta del patio.
¡Es de no creer que un animalito que
hace milenios que su especie vive en
el campo se pueda domesticar de esta
manera!.
Ella había hecho su cueva contra el
muro del fondo, pero un buen día vieron
que se había cavado otra al lado
de la casa, tal vez quería estar más
cerca de los niños.
Era increíble para ellos verla juntar hojas secas del jardín saltando en tres patitas,
usaba una de sus manos para apretar las hojas que ella juntaba con el hocico, pues
se estaba preparando su colchón para dormir bien cómoda.
También era muy gracioso verla sacar las hojas de su nido cuando por alguna
lluvia se le habían mojado y luego poner hojas secas. Como tenía dos cuevas se
entretenía limpiando.
Y mucho se divertían Marichú y Joselo observando a su mascota en su trajinar.
Cierto día en que la pileta de lavar la ropa se desbordó, fue visto por Muli y ¿qué
pudo hacer?...pues meterse debajo del chorro patitas para arriba y dejar que el
agua la lavara, ¡cómo disfrutaba del baño!
¡Quedó totalmente limpia!
¡Su caparazón blanca y el cuerpo bien rosado! ... ¡parecía recién nacida!
Muli creció y engordó por los cuidados y el amor que le dieron, pero empezó a
hacer diabluras, escarbaba y tiraba las macetas que mamá Hortelia tenía con bulbos
de sus preciosas azucenas.
Decidieron devolverla al campo.
Así lo hicieron, un día marcharon con ella y la dejaron para que volviera a integrarse
a sus iguales, a vivir en espacios ilimitados para recorrerlos a su antojo y así
formar una familia.
Y colorín… colorado… este cuentito se ha acabado…
POMPÓN EL CONEJO
Al tiempo de no tener más a Manuela y Muli, Marichú y Joselo querían otra mascota…
y un día la encontraron en la feria de la plaza que queda a la vuelta de su
casa.
Aprovechando que la mamá no estaba, se fueron a mirar lo que había y se encontraron
con un jaulón lleno de preciosos conejitos de varios colores!. Ellos se
enamoraron de uno blanco como la nieve, ojitos y hociquito color rosa … igual que
sus largas orejas rosadas por dentro, ¡ una belleza!. Preguntaron precio… ¡cien pesos!.
Como no tenían dinero, Marichú volvió a la casa, lo tomó del monedero de su
mamá y volvió volando donde la esperaba Joselo para poder comprar aquello suave
como la seda.
Ya en poder de ellos, por supuesto se disputaban el tenerlo y mimarlo.
Cuando llegaron a la casa lo soltaron en la gramilla del jardín y comenzaron por
ponerle pastito y agua para alimentarlo; también zanahorias que sacaron del canasto
de la verdura …
Cuando llegó mamá Hortelia se encontró con aquella novedad. La que no estaba
muy de acuerdo con aquella compra era la fiel Blanca, la querida cocinera, ella ya
sabía lo que era tener un conejo en la casa, ya que sus hijos lo habían tenido cuando
eran niños.
¿Pero quién se podía negar ante tanta belleza?, así que quedó como la nueva
mascota, a la cual le pusieron por nombre POMPOM al verlo tan suave y redondito.
Como era pequeño decidieron hacerle una casita para que durmiera calentito
y para ello consiguieron una caja a la que le pusieron aserrín y allí lo guardaban
por las noches. De día lo soltaban en la gramilla y se divertían viéndolo
andar a saltitos.
También les hacía mucha gracia verlo comer muy goloso el hinojo y las zanahorias
que le daban, tomándola entre sus pequeñas manos y con la ayuda de sus
largos y afilados dientes se las devoraba enseguida…
ban por la mañana corrían para traerlo a sus camas y jugar con él.
Antes de irse al Jardín de Infantes lo llenaban de besos despidiéndose y luego
regresaban corriendo para ver quien llegaba primero para agarrarlo.También como
a Patilo lo llevaron a la Escuela para que lo conocieran sus amiguitos. Pompom fue
creciendo… cada vez les daba más trabajo correr tras él, ya que se hacía cada vez
más rápido…
Se hizo un conejo adulto y... decidieron llevarlo a la granja de un amigo en el
campo, con otros conejos que allí se criaban. Así lo hicieron.
Lo iban a visitar y lo veían feliz entre sus iguales. Ellos también lo eran recordando
todo lo que disfrutaron con su compañía.
Un día se enamoraría y formaría su propia familia.
Y colorín… colorado… este cuentito se ha acabado.
PIPINA-LA TORCACITA
recorrer el campo, disfrutando del aire puro … de los tonos amarillentos que iban
tomando las hojas de los árboles en otoño … de la paz y el silencio que se disfruta
en esos lugares, lejos de los ruidos de la ciudad.
Iban muy entretenidos juntando hojas y yuyitos, cuando de pronto ¡oh sorpresa!
¡encuentran caída en el pasto una pequeña paloma!.
Corrieron hacia ella y la levantaron llenos de compasión al verla herida.
Era una torcacita, de las llamadas «de la Virgen», esas inquietas y graciosas palomitas…
con ese cuerpecito redondo y su pequeño piquito glotón.
Enseguida dijeron: «la llevamos para casa, así la cuidamos y la curamos».
El regreso al hogar fue lleno de nerviosismo,… alegría y también pesar por aquel pajarito herido que se turnaban por traer con todo cuidado entre las manos. Mientras lo hacían le venían hablando suavemente para tranquilizarla.
En cuanto llegaron, buscaron una cajita donde ponerla, la colocaron en ella sobre
un trapito ,bien recostada a la pared de la caja porque si no, quedaba con las patitas
para arriba ya que no podía mantenerse sobre ellas. También le pusieron harina de maíz para que comiera y una latita con agua para que bebiera.
Ella se quedó muy quietecita tal vez por el dolor o por el asombro de ver que
había cambiado su entorno.
Le pusieron por nombre PIPINA y pasó a ser el centro de atención de Marichú y
Joselo.
PIPINA pasaba largos ratos en el hueco de las manos tanto de uno… como del
otro.
Le hablaban como que fuera otro niño, un amiguito muy querido, le daban besitos
y ella se dormía entre sus manos, esponjadita y flojita sintiéndose querida y
protegida… como en un tibio nido. Eran su «Ángel de la Guarda». Así fueron pasando
los días y PIPINA mejoraba, ya no quedaba con las patitas para arriba, se
podía mantener sobre ellas.
Empezó a abrir sus alitas queriendo volar y ellos sabían que se iba acercando el
momento en que tenían que devolverla al lugar donde la encontraron… integrarla
nuevamente a su entorno …
El día que la vieron volar dentro de la casa, decidieron que era el tiempo de
llevarla de regreso.
Lo hicieron con alegría, pero a la vez con cierta tristeza porque se quedaban sin laamiguita que los había acompañado tantos días.
Al llegar al lugar donde la encontraron
luego de darle muchos besos la dejaron
en libertad para que volviera con su familia
que se alegrarían con su regreso.
Con seguridad que cuando le preguntaran
donde había estado tantos días,
ella les contaría que con dos niños que
mucho la habían cuidado y amado para
que pudiera volver con su familia.
Y colorín… colorado… este cuentito ha
terminado.
VERÓNICA LA COTORRA
Los padres de Marichú y Joselo tenían una casita en el campo donde acostumbraban
ir los domingos a pasar el día junto con unos amigos y sus hijas Malena y
Elisa.
Con Elisa, Joselo era como gemelo, ¿y qué se les pudo ocurrir un día?, pues, ¡bajar
un nido de cotorras que había en el eucalipto de la entrada!
Consiguieron una larga caña y …¡ lo lograron!.
En él había un pichoncito del cual Joselo se enamoró y decidió llevárselo a su
casa.
Los padres no querían saber nada pero igual lo hizo, pero, ¿dónde ponerla?.
Pues, nada mejor que en su propio dormitorio. Para ello consiguió una caja de
zapatos y en ella puso aquel feo pichoncito desplumado, pura cabeza y pico grande
y curvo. Le daba de comer pan mojado en leche y le hablaba muy tiernamente …¡
era su tesoro!.
Ese año el había ingresado al liceo,
así que la dejaba toda la mañana
sola en la caja, pero cuando
volvía… todos los mimos eran para
Verónica – ese era el nombre que
había elegido para ella.
Como Verónica fue creciendo la
caja ya le resultaba chica, se salía
de ella y ensuciaba el piso de madera
y la querida Blanca rezongaba
con Joselo por haber traído «ese
bicho sucio a la casa».
Así que tuvo que conseguir una
caja más grande y llevarla para la
churrasquera, para evitar los rezongos
de Blanca.
Verónica creció y se puso preciosa,
pero el único que la quería era
Joselo y ella ¡lo sabía muy bien!.
A cualquiera de la casa que la querían
tocar… ¡los picaba! … y ¡vaya si
dolía!.
Como nunca quiso estar en la jaula…
fue a donde quiso; entre las muchas cosas que hacía era visitar a los vecinos,
pero con los demás no quería saber nada, hasta que un día se desató una gran
tormenta y pensaron que Verónica se había muerto, ¡nada de eso!, pues apareció
sobre el parral del patio toda mojada llamando a Joselo, pero él estaba en el liceo.
La mamá de Joselo sintió tanta compasión por aquel animalito indefenso que
decidió bajarla y abrigarla.
No fue fácil, tuvo que ser a la fuerza ya que no quería bajar con ella, soportó
varios picotazos muy dolorosos pero logró bajarla, la envolvió en un pedazo de tela
y la secó. Ella se quedó quietita, entregada a aquel calorcito.
Desde ese momento ¡amó a todos los de la casa! y todos la quisieron y pasó a
convertirse en la mimada y consentida de ellos. Hasta Blanca la aceptó.
Pero su gran amor era Joselo, al cual seguía a todos lados subida en su hombro. Lo acompañaba a jugar a las bolitas,
a jugar a la pelota, lo acompañaba
al liceo volando de árbol en
árbol todo el camino y cuando llegaba
Joselo bajaba y se posaba en
su hombro para asombro de los
compañeritos de clase. Un día no
se quiso ir y ¡entró con él al liceo!.
¡Qué alboroto se armó!
Pero también esperaba a Blanca
y la acompañaba a hacer las compras.
Cuando daban las 12 Hs. en el
reloj de la Catedral, ella aparecía
como una tromba y se ponía en el
árbol de la vereda para esperar al
padre de Joselo que llegara de trabajar,
se le subía al hombro y lo
besaba diciendo «besos… besos…
».
VERÓNICA fue la mascota preferida
de Joselo y pasaban mucho
tiempo juntos muy felices los dos.
El amor por el reino animal, cualquiera sea la mascota elegida
para compartir la vida de un niño, es enriquecedora, pues ese trato
amoroso que le da el niño, hace que el también reciba lo que su
mascota tiene para darle: agradecimiento que se manifiesta de
distintas formas. Ambos dan y reciben.
Amar a los Reinos de la Naturaleza es un Mandamiento Divino.
PRÓLOGO
Siempre se ha hablado de la conciencia del ser humano, pero este libro de Hortelia Díaz de Otero, nos enseña que las plantas y los animales, también tienen conciencia y se reconocen entre sí brindándose un servicio de amor en el que el respeto y la alegría del reencuentro tienen lugar y dan ejemplo
de armonía entre los tres Reinos, situación que pre-existía antes de la caída en la materia y el Paraíso vibraba de gozo ante la experiencia evolutiva.
Como aprendieron sus nietos, Gonzalo y Agustín, a quienes está destinada la pregunta «sabías que ¿ …»,la abuela Hortelia nos invita a compartir el bello y generoso regalo de la Naturaleza y que nuestro corazón abra nuestros ojos y nos revele la Verdad que nos entrega cotidianamente, plena de colores y sonidos armónicos que nos hablan de un Creador Omnipresente.
Por eso: el que tenga ojos para ver que vea; el que tenga oído para oír que oiga.
Le damos la bienvenida a la abuela Hortelia con este nuevo mensaje, para los niños y para los que consiguieron mantener aún su alma de niño.
Esther Robledo
Maestra y escultora argentina
.
Hortelia: la Belleza es Dios – Dios es Belleza y este libro estodo pureza, belleza y amor por todo.
Marta Berenice Laureiro
Maestra y pintora floridense
«Los niños son las flores de la Tierra y,
donde hay flores …
desciende el Cielo en ellos»
M. Moria.
Dedicado a mis nietos Gonzalo y Agustín
nuestras vidas y de esta amada casa les
quede como una amorosa herencia de
estos abuelos que mucho los aman.
EL JARDÍN ENCANTADOR
¡Hola amiguitos!, queremos contarte que somos algunos de los habitantes de un encantador jardín en el que han vivido desde nuestros tatarabuelos, según nos cuentan nuestros padres, que a su vez lo saben por sus abuelos, hasta nosotros sus actuales pobladores. Está en una antigua casona, que tiene ¡más de cien años!.
En ella viven una pareja de abuelos desde
hace mucho tiempo.
Llegaron a ella jóvenes y enamorados, recién casados, soñando con formar una familia; el antiguo jardín estaba abandonado desde hacía largo tiempo.
¡Mucho tuvieron que trabajar en él!, pero lo hacían con entusiasmo y alegría, soñando convertirlo en un vergel donde pudieran jugar sus hijos. La Vida les concedió una niña y un niño, - Marichú y Joselo- y en el se criaron rodeados de belleza, entre macizos de flores y acompañados por pajaritos, mariposas y otros alados pobladores de tan hermoso lugar.
Con el transcurso de los años crecieron las hiedras que plantaron para tapar aquellos viejos ladrillos y eso embelleció aún más aquél lugar e hizo posible que algunos de nosotros pudiéramos construir nuestros nidos protegidos de las influencias del tiempo.
Los niños fueron creciendo en él, disfrutándolo junto con sus amiguitos y todos nuestros antepasados escucharon sus risas y también sus llantos cuando sufrían algún percance.
Sabemos, por lo que nos cuentan nuestros
padres, que en ese jardín se fueron criando mascotas, como un pato, una mulita, un conejo y una cotorra.
¡Así que vivir allí fue muy divertido!.
Generación tras generación los hemos visto crecer, hasta que volaron del nido de sus padres, igual que lo hicimos nosotros, para formar el propio.
Cuando Marichú y Joselo vienen de visita,
lo primero que hacen es salir al jardín para recrearse en él y también tirarnos miguitas como era la costumbre de todos.
Escuchamos sus exclamaciones frente a
alguna planta en especial o por la totalidad de la floración cuando vienen en Primavera.
Nosotros compartimos la alegría de ellos ya que formamos parte de él.
Hemos visto a sus nietitos que vienen de tierras lejanas, jugar en la gramilla, acariciar las plantas y besar las flores, como se lo han enseñado sus padres.
Contamos todo esto porque a los niños desde muy pequeños se les debe enseñar el respeto y el amor por todos los Reinos de la Naturaleza.
Nos merecemos ese reconocimiento, ya que si no existieran, la vida en la Tierra carecería de belleza, no se escucharían nuestros cantos, faltaría el color, el perfume y la belleza de las flores, el verdor de los árboles, todo lo que da vida y alegría de vivir al ser humano.
SOY PIQUI EL PICAFLOR
Les voy a contar algo muy hermoso que
me ocurrió hace un tiempo en esta casona.
Como saben, a los picaflores nos gusta
mucho visitar los jardines en los que se
cultivan multitud de flores. Ellas son
nuestras grandes amigas, ¡tan generosas
… como hermosas!. Ellas crean nuestro
alimento en forma continua y mantenemos
un diálogo muy hermoso y permanente
con ellas mientras revoloteamos
eligiendo quien nos da más néctar,
para introducir nuestro largo pico en su
interior.
Yo, junto con mis padres, tíos, primos,
hermanitos y amigos, visitamos un jardín
en el que hay muchas y variadas flores,
de distintos colores y tamaño; aquello
es un verdadero vergel, al cual también
lo visitan mis amigas: las mariposas,
las laboriosas abejas buscando néctar
para elaborar la miel, las avispas… abejorros…
san antonios… mangangás …, en fin,
toda la pléyade alada que lo habita.
Hay cantidad de bulliciosos gorriones…
chingolos… ratoneras… alguna calandria…,
benteveos, horneros, que golosos
se alimentan de las semillas e insectos
que encuentran; y también cotorras que
se posan y cortan ramas del árbol de espumilla
que plantaron los hijos de la casa
cuando eran niños, (a esto me lo contaron
mis padres que lo supieron por sus
abuelos, ya que los dueños son los abuelos
de Gonzalo y Agustín que aman mucho
a todos los Reinos de la Naturaleza).
Como les decía, nos gusta visitar este
jardín, porque la abuela nos habla y nos
dice palabras muy cariñosas que mucho
agradecemos.
También les habla y besa a las flores a
las que cuida con gran amor y ellas le responden
De tanto visitar todos los rincones de
ese jardín, un día… ¿qué se me pudo ocurrir?,
¡pues entrar por la puerta por la
que los abuelos! todas las mañanas salen
a tirarle las miguitas de pan a los pajaritos
que golosos se las devoran. Lo
hacen todos los días del año, yo lo puedo
decir, ya que como el jardín siempre
tiene flores, nosotros lo visitamos en
cualquier estación. Mis abuelos, tíos y
mis padres lo hacen y yo también lo quise
hacer… Cuando entré en la casa, me
sorprendió la altura de sus techos, lo
espacioso de sus habitaciones muy llenas
de luz y también con muchas plantas.
La recorrí y cuando quise salir por
una de las ventanas, que está contra el
techo ¡no lo pude hacer! ya que me daba
contra algo que yo no sabía que era, ¡no
lo podía creer!, lo intenté varias veces y
no lo lograba, hasta que vi un soporte y
en él me posé para descansar.
En eso que miraba para afuera, siento
voces, eran ellos; él venía a dormir su
siesta y ella fue a cerrar la cortina de la
ventana para oscurecer la habitación; yo
me quedé quietito, pero ella me descubrió
y armó gran alboroto y decía: ¡es un
picaflor!… ¡es un picaflor!… ¡pobrecito,
no puede salir!!!...
Entonces abrió el balancín, pero yo no
acertaba con la salida, una y otra vez me
daba contra los vidrios. Él se levantó y
trató de empujarme con la caña de correr
la cortina, yo me asusté tanto que
caí desde aquella altura al piso y me desmayé.
Cuando empecé a reaccionar estaba
dentro de la mano de ella que llorando
decía ¡no te mueras!, ¡no permitas Señor
que él se muera!, mientras me ponía
en el pico una tapita de agua con
miel.
Yo apenas pude sacar la lengua y tocar
aquella dulzura, ella gritaba de alegría
cuando vio lo que yo hacía y decía ¡está
vivo! ¡está vivo!. Después abrí los ojos y
ví que ella lloraba y reía de alegría, tomé
otro poco de miel y me gustaba aquella
dulce prisión.
Luego, ella seguida por él salió al patio,
se sentó siempre conmigo entre la
mano dándome besitos y hablándome
muy dulcemente, le pidió que le hiciera
una foto de la mano en que me tenía
encerrado, cuando él lo hizo la abrió luego
de darme más besitos y yo volé hasta
un soporte que había al lado, me di vuelta,
los miré, les agradecí lo que hicieron
por mi y me fui hasta el árbol de espumilla
para tomarme un respiro luego de
lo vivido.
Los sigo visitando como siempre, a la
puerta de entrada la miro, pero como ya
mi curiosidad fue satisfecha, no se me
ocurre volver a entrar. Los chingolos y
gorriones siguen entrando siempre, ellos
no necesitan volar, entran a saltitos buscando
alguna miguita, a veces también
les cuesta salir pero son ayudados por
los abuelos.
Los pájaros hemos nacido para vivir libres,
en grandes espacios, en compañía
de nuestros hermanos de todas las especies,
disfrutando de los otros reinos de la
Naturaleza y de la presencia de los seres
humanos, de los cuales podemos ser
grandes amigos si somos tratados con
amor.
SOY CHINGUI... EL CHINGOLO
Como mi amigo Piqui, soy uno de los
que disfrutamos del hermoso jardín que,
con tanto amor, cultivan estos abuelos.
Con mis padres, hermanos y amigos nos
sentimos muy felices en él, ya que somos
tratados con mucho cariño por ellos
y además muy mimados; ellos, todas las
mañanas, nos tiran miguitas que nos disputamos
y en el correr del día lo siguen
haciendo. Ella nos habla con mucho cariño
y por eso cada día somos más lo que
los visitamos, nos gusta mucho que nos
hablen y nosotros lo agradecemos ¡cantando!.
Ella no hace más que sonreír
cuando nos escucha y nos tira besos,
entonces frente a eso… ¡más cantamos!.
SOMOS EL SR. Y LA SRA. GORRIÓN
Nosotros, al igual que nuestros amigos
Acá estamos en amable convivencia
Nuestros jóvenes hijos (como todos los
SOY LA PALOMA TORCAZA
Nací en uno de los gigantescos árboles
mascotas que traía su padre, ¡hasta un charabón!.
Todos sus cuentitos y escritos, en el blog
«El espacio de abuela Hortelia», y en las visitas que
realiza a las escuelas, trata de
inculcar a los niños el amor y el respeto a la Madre Tierra con
todos sus Reinos.
siesta y ella fue a cerrar la cortina de la
ventana para oscurecer la habitación; yo
me quedé quietito, pero ella me descubrió
y armó gran alboroto y decía: ¡es un
picaflor!… ¡es un picaflor!… ¡pobrecito,
no puede salir!!!...
Entonces abrió el balancín, pero yo no
acertaba con la salida, una y otra vez me
daba contra los vidrios. Él se levantó y
trató de empujarme con la caña de correr
la cortina, yo me asusté tanto que
caí desde aquella altura al piso y me desmayé.
Cuando empecé a reaccionar estaba
dentro de la mano de ella que llorando
decía ¡no te mueras!, ¡no permitas Señor
que él se muera!, mientras me ponía
en el pico una tapita de agua con
miel.
Yo apenas pude sacar la lengua y tocar
aquella dulzura, ella gritaba de alegría
cuando vio lo que yo hacía y decía ¡está
vivo! ¡está vivo!. Después abrí los ojos y
ví que ella lloraba y reía de alegría, tomé
otro poco de miel y me gustaba aquella
dulce prisión.
Luego, ella seguida por él salió al patio,
se sentó siempre conmigo entre la
mano dándome besitos y hablándome
muy dulcemente, le pidió que le hiciera
una foto de la mano en que me tenía
encerrado, cuando él lo hizo la abrió luego
de darme más besitos y yo volé hasta
un soporte que había al lado, me di vuelta,
los miré, les agradecí lo que hicieron
por mi y me fui hasta el árbol de espumilla
para tomarme un respiro luego de
lo vivido.
Los sigo visitando como siempre, a la
puerta de entrada la miro, pero como ya
mi curiosidad fue satisfecha, no se me
ocurre volver a entrar. Los chingolos y
gorriones siguen entrando siempre, ellos
no necesitan volar, entran a saltitos buscando
alguna miguita, a veces también
les cuesta salir pero son ayudados por
los abuelos.
Los pájaros hemos nacido para vivir libres,
en grandes espacios, en compañía
de nuestros hermanos de todas las especies,
disfrutando de los otros reinos de la
Naturaleza y de la presencia de los seres
humanos, de los cuales podemos ser
grandes amigos si somos tratados con
amor.
SOY CHINGUI... EL CHINGOLO
Como mi amigo Piqui, soy uno de los
que disfrutamos del hermoso jardín que,
con tanto amor, cultivan estos abuelos.
Con mis padres, hermanos y amigos nos
sentimos muy felices en él, ya que somos
tratados con mucho cariño por ellos
y además muy mimados; ellos, todas las
mañanas, nos tiran miguitas que nos disputamos
y en el correr del día lo siguen
haciendo. Ella nos habla con mucho cariño
y por eso cada día somos más lo que
los visitamos, nos gusta mucho que nos
hablen y nosotros lo agradecemos ¡cantando!.
Ella no hace más que sonreír
cuando nos escucha y nos tira besos,
entonces frente a eso… ¡más cantamos!.
Nosotros todos los días, siempre que
sin ningún temor, porque sabemos como
nos quieren ellos.
Mi lugar preferido es visitar la cocina,
encuentro miguitas.
También me aventuro más allá, voy
al comedor diario, donde él se encuentra
haciendo crucigramas; me paro en
el respaldo de alguna silla, lo miro entusiasmado
con ellos y luego de recorrer
alguna otra habitación, me vuelvo
al patio.
Con mis amigos, los gorriones nos divertimos
mucho recorriéndolo y dándoles
de comer a nuestros hijitos que crecen
muy felices en tan lindo lugar.
Allí se respira paz y alegría: nadie nos
molesta, al contrario, nos tienen muy
consentidos y por ello les estamos muy
agradecidos a estos abuelos.
El respeto por todos los Reinos de la
Naturaleza es una lección que se debe dar
a los niños desde muy pequeños para que
aprendan a tener una convivencia amorosa
con su entorno.
SOMOS EL SR. Y LA SRA. GORRIÓN
Nosotros, al igual que nuestros amigos
Chingui y Piqui, queremos contar
de nuestra vida en ese bello y tranquilo
jardín.
Ya se sabe, que los gorriones somos
muchos más que cualquier otra variedad
de pájaros, (por lo menos en esta región).
Estamos diseminados por el mundo en
gran cantidad. Somos alegres y divertidos,
y aunque no cantamos, nuestro piar
es fácilmente reconocido.
En este jardín convivimos y nos disputamos
las miguitas que nos arrojan los
abuelos haciendo gran escándalo.
En los días de mucho calor nos cobijamos
en el nombrado «árbol de espumilla
» y ahí seguimos nuestros diálogos y
rencillas y también… nuestros cortejos.
Acá estamos en amable convivencia
con todos nuestros alados hermanos.
Es el lugar ideal para criar a los pichones,
pues si alguno se cae del nido y no
puede volar, la abuela se encarga de levantarlo
y cuidarlo hasta que esté bien.
Por eso y otras razones estamos felices
de vivir acá.
Salimos a recorrer otros lugares, pero
volvemos, ya que tenemos alimento en
abundancia de las semillas de las flores
a medida que se van secando. También
comemos sus pétalos de algunas para
desespero de ella que no puede evitar
nuestra glotonería.
En época de frío, cuando han cerrado
la puerta y no podemos entrar como lo
hacemos todos los días, nos paramos en
el árbol de espumilla, y esperamos con
paciencia que ellos la abran para recibir
nuestras miguitas mañaneras que ellos
con tanto amor nos arrojan.
Un día de mucho frío, después de almorzar,
mientras ella lavaba la loza, frente
a la ventana que da al patio, la sorprendió
un gran piar lleno de algarabía,
y cuál no sería su asombro cuando descubre
que un grupo de nuestros jóvenes
hijos ¡se estaban bañando en la fuente
de agua helada, de Princesa la querida
perrita que comparte el jardín con nosotros;
ella no lo podía creer.
¡Le resultaba increíble verlos con la alegría
que se bañaban en aquella agua congelada!.
¡Como batían las alitas chapoteando!,
mientras unos se bañaban… otros esperaban
turno bebiendo del agua. En verdad
que nuestros hijos se divertían mucho
con ese parloteo que mantenían;
¡qué armonía reinaba entre ellos!. Ella
nos dice «mis bandiditos» mientras nos
arroja miguitas, por eso nos vamos…
pero volvemos, somos muy felices acá:
sentimos que nos quieren… ¡eso es maravilloso
para nosotros!.
Nuestros jóvenes hijos (como todos los
adolescentes), son muy bochincheros
cuando protestan, y con la confianza
que tienen, arman el tal escándalo
frente a la puerta pidiendo más miguitas,
porque claro, son muchos picos
para que pueda alcanzar por igual para
todos, y los que quieren más lo piden
piando muy fuerte.
Ellos ya saben lo que queremos y con
mucha paciencia salen a calmar sus protestas.
Como ven, somos una numerosa
familia muy mimada por estos abuelos,
que juntos disfrutamos del «paraíso»
que han cultivado.
Tenemos la esperanza de que un día no
muy lejano, todos los reinos de la Naturaleza
seremos respetados como lo hacen
ellos.
SOY LA PALOMA TORCAZA
Nací en uno de los gigantescos árboles
de araucaria que tiene la Plaza Asamblea,
ya que mis padres y hasta mis tatarabuelos
lo han hecho mientras los veían crecer
lentamente. Con el correr de los años
fueron tomando altura con su forma cónica
embelleciendo este hermoso e importante
lugar.
Ocurrió que un día, mientras comía
unas miguitas que unos niños nos habían
arrojado, también vinieron a compartirlas
un benteveo y un hornero. Mientras
picábamos acá y allá el señor Benteveo
y el señor Hornero comentaban que enseguida
se iban para la casa del jardín
encantador donde sabían que los abuelos
que la habitaban, ya habrían arrojado
las miguitas que acostumbraban
regalar a todos los pájaros que los visitaban.
Así fue que me enteré de que a unos
metros de donde tengo el nido existía
ese paraíso.
El señor Benteveo y el señor Hornero
levantaron vuelo y yo los seguí, pero
como estaba tan cerca el jardín -a unos
cuarenta metros de la plaza, en una de
las manzanas que la rodean -, enseguida
descendí junto con ellos, en un sitio con
muchas flores y plantas en las que estaban
libando los picaflores, y un gran árbol
que era el orgullo de todos.
El señor Hornero con sus largos pasos
llegó rápidamente a las miguitas, que
estaban siendo devoradas por los gorriones
y chingolos, que eran los que reinaban
todo el día en el jardín.
El señor Benteveo se unió a los comensales
y, yo, para no ser menos, también
caminé hacia ese lugar con mi gracioso
andar hacia ellas antes de que se terminaran.
Así que ahora me he convertido en
admiradora del lugar y muchas veces lo
visito acompañada de mis hermanas,
los llevaré conmigo para que también
disfruten de él.
Los abuelos están encantados de tener
tantos visitantes, y sonríen complacidos
mientras nos miran comer golosamente.
¡Lo que me había perdido!, ¡pero es
que soy una paloma muy joven y no me
había enterado!.
¿Saben lo que ví y no lo podía creer?…
¡que las pícaras cotorras vienen en bandadas
y cortan las puntas de las ramas
del árbol de espumilla, que es el tesoro
del jardín, y se las llevan para armar sus
nidos, y mientras lo hacen arman gran
alboroto con sus conversaciones!.
La abuela las llama «mis primas», ya
que según ella, es tan conversadora
También me han contado, que cuando
los hijos de los abuelos eran niños, criaron
mascotas en ese espacioso jardín.
Acá también vendrán mis hijos a disfrutar
de las migas y el amor que le dan
ellos.
SOMOS PACO Y PACA
Llegamos a esta casa un día de lluvia
torrencial.
Como habíamos escuchado tanto sobre
el encantador jardín que tenía y lo
bien que se vivía en él, decidimos con
Paca encontrarlo; tras mucho preguntar
¡dimos con ella!; y nos metimos por el
caño de desague que da a la calle.
Nos costó encontrar la salida porque
la fuerza del agua nos llevaba hacia atrás
y ¡oh maravilla! ¡ésta desembocaba justo
en el jardín! ¡qué alegría!.
Gozosos saltábamos festejando el encontrarnos
allí; habíamos venido de lejos,
desde el arroyo, tratando de pasar
desapercibidos, ya que algún perro o
niño travieso podía matarnos, pero llegamos
felizmente a ese lugar tan ponderado
por los pájaros que también habitaban
en él.
Lo más increíble fue que en ese momento
la abuela estaba contemplando
caer la fuerte lluvia sobre el jardín, y vio
esas dos figuras que salían de la cloaca
saltando juntas alegremente y ella también
se alegró ya que hacía tiempo que
quería tener una pareja de sapos para
que le tuvieran su amado jardín libre de
babosas… caracoles… hormigas y otros
insectos que lo perjudican; así que ¡justo
caímos como del cielo!.
Cuando el anciano se enteró… también
se alegró mucho y de común acuerdo nos
pusieron PACO y PACA y aquí estamos
felices de convivir con los demás habitantes
de este encantador jardín.
Nosotros, por las noche, salimos a
cumplir nuestro «servicio de cuidadores»
con mucha alegría y esmero, recorremos
todo a placer y por el día dormimos, ya
en la cueva que encontramos al pie de la
hiedra que cubre los muros, o debajo de
algún matorral de plantas o simplemente
donde nos agarre la luz del día.
Así es que muchas veces nos encuentran
dormidos en alguna maceta y arman
gran alboroto, encantados de vernos;
nos hablan, nos acarician y nosotros nos
quedamos quietitos pues nos gustan sus
demostraciones de cariño.
Como tenemos hijitos a veces nos encuentran
todos juntos dormidos y eso los
enternece.
Van y vienen todo el tiempo para vernos
dormir, como si fuéramos sus «bebés
».
Como no podemos ser menos que los
pájaros que los visitan dentro de la casa,
todos los hemos hecho. No les es raro
encontrarnos en los dormitorios, cocina
o baño. A veces con mucho cuidado nos
vuelven al jardín y otras veces nos dejan
dentro para que salgamos cuando queramos.
Así, que como ven, acá estamos muy
felices, mimados y cuidados como deben
de ser todos los habitantes de la Tierra
por muy humildes que sean. Por algo fuimos
creados. Todos somos necesarios en
este planeta Tierra.
LA MAGIA DE LOS JARDINES
¡Los jardines!, ¡cuánta magia vive en
ellos!, ¡cuánta paz nos trasmiten!, sobre
todo en las tempranas horas de la mañana
y al atardecer…
Gonzalo y Agustín… ¿sabían que los
jardines son reinos encantados llenos de
duendes… de gnomos…
Ellos son los pobladores invisibles que
reinan en las plantas… flores… árboles…
en la hierba?.
Ellos son los que se encargan de crear
tanta belleza a través de las formas y
colores. Ellos perfuman el aire y nos hacen
sonreír ante tanta maravilla!!!. En los
jardines reina la armonía… el amor en
las flores creando néctar para que en
ellas liben y se alimenten los alados pobladores
que la recorren en forma permanente…
El zumbido y batir de alitas
llena de melodías estos pequeños paraísos
que podemos crear en nuestros hogares,
el piar de los pájaros dialogando
entre ellos… sus cantos… sus juegos y
rencillas… sus rituales amorosos hacen que
uno se sumerja en ese mundo maravilloso
y salirse del tiempo y del espacio.
Si somos capaces de hacer un alto en
nuestro diario trajinar y ponernos a contemplar
este mundo encantado, nos colmaremos
de asombro y agradecimiento
a la Madre Naturaleza por su generosidad
sin límites cada día.
Todo jardín trasmite paz y belleza, desde
el más sencillo al más selvático; estos
últimos ¡tan llenos de frescura y misterio!...
Todos son dignos de admiración,
ya que en ellos conviven, en sagrada comunión,
las especies de plantas y flores
más variadas, como ejemplo para el
hombre que es tan separativo.
Gonzalo y Agustín, cuando, contemplen
a los picaflores, abejas, mariposa,
avispas libando las flores del jardín, recuerden
y valoren la generosidad de ellas
creando néctar para alimentarlos.
Ellas dan sin pedir nada a cambio; dan,
siempre dan… Ellas sentirán alegría al hacerlo
y los otros agradecimiento al recibirlo.
¡Qué hermoso ejemplo de amor entre
los Reinos de la Naturaleza!.
Por eso son dignos de ser admirados,
protegidos y amados para tener una convivencia
gozosa con ellos… Son «nuestros
maestros», aprendamos de ellos.
ALEGRÍA
La bella Primavera ya está en mi jardín,
sus lindos colores comienza a lucir
en cada florcita, en cada jazmín,
y en cada brotito parece decir:
¡llegó Primavera! Y toda la belleza hoy reina aquí!
Los gorriones pían estridentes,
resurge la Vida, canta la fuente,
y su canto se une alegremente
con el de las aves, el zumbar de las abejas
en este jardín florido que al Paraíso asemeja.
¡Bienvenida Primavera!
Que en mi corazón estás,
porque contigo nací para amarte más y más.
ATARDECER
Al atardecer todo se aquieta,
los Reinos de la Naturaleza reverencian al astro rey
diciéndole: «hasta mañana,
en que nos veremos otra vez»…
Los ángeles se retiran…,
se silencia Madre Natura,
las aves vuelven al nido porque el día ya se ha ido
y llega la noche oscura.
Ella extenderá su manto que traerá cantos de grillos
y luciérnagas brillando.
Los gnomos salen de ronda…, las hadas ríen felices
mientras bailan vaporosas con sus trajes luminosos
y sus coronas preciosas.
Mientras brillan las estrellas
que desde allá arriba acompañan
a este mundo que despierta
mientras el otro descansa.
**************************
Abuela Hortelia desde niña demostró su amor por los Reinos de la
Naturaleza. Cultivó su propio jardincito guiada por su madre y junto con sus hermanos criómascotas que traía su padre, ¡hasta un charabón!.
Ilustrando los cuentitos. |
«El espacio de abuela Hortelia», y en las visitas que
realiza a las escuelas, trata de
inculcar a los niños el amor y el respeto a la Madre Tierra con
todos sus Reinos.
Ella dice:«La Tierra es un ser vivo, que siente,
sufre y goza; somos parte de ella, lo que le hagamos repercute en nosotros,ya que TODOS SOMOS UNO
por eso, el respeto y amor a los Reinos de la Naturaleza que nos
sustentan, debemos inculcárselo
a los niños desde muy temprana
edad, para que sean futuros defensores y protectores de estas
maravillas con que la Madre Tierra
bendice.
¡Qué sería de nosotros sin ellos!. No
conoceríamos toda la belleza que cada uno generosamente nos regala
inocentemente,sin pedir nada a cambio.
Que nuestros niños de hoy, ciudadanos del mañana, sean conscientes de toda la riqueza de
que tienen que defender para vivir en un mundo de alegría, belleza,amor
sufre y goza; somos parte de ella, lo que le hagamos repercute en nosotros,ya que TODOS SOMOS UNO
por eso, el respeto y amor a los Reinos de la Naturaleza que nos
sustentan, debemos inculcárselo
a los niños desde muy temprana
edad, para que sean futuros defensores y protectores de estas
maravillas con que la Madre Tierra
bendice.
¡Qué sería de nosotros sin ellos!. No
conoceríamos toda la belleza que cada uno generosamente nos regala
inocentemente,sin pedir nada a cambio.
Que nuestros niños de hoy, ciudadanos del mañana, sean conscientes de toda la riqueza de
que tienen que defender para vivir en un mundo de alegría, belleza,amor
y paz". Que así sea.
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