EL CARACOL Y LA RANA.
En un tranquilo arroyito, bordeado de camalotes y juncos, vivían sapos y ranas, tortugas, peces y caracoles. Todos eran muy amigos a pesar de ser de diferentes especies.
Entre ellos estaba la ranita Lola y el caracolito Pito, quienes se querían mucho y tenían largas conversaciones sobre sus vidas, de lo mucho que disfrutaban de aquel lugar tan bello y tranquilo, lleno de cantos de pájaros, del cua-cua de los pastos silvestres. Era común que alguna pata, que iba de paso, anidara en sus orillas e incubara los huevos que luego la convertían en orgullosa mamá, y los llevara a nadar al arroyito; ellos luego crecerían y partirían en busca de otros horizontes y formar su propia familia.
El caracolito Pito observaba todo esto y pensaba lo mucho que le gustaría volar para conocer otros lugares. Se lo comentó a su amiga Lola: - ¿ te das cuenta lo lento que camino con mi casa a cuestas?; mucho tiempo me lleva llegar a cualquier lugar, en cambio tú, puedes saltar y desplazarte mucho más rápido, aunque tengo la ventaja de poder descansar dentro de mi casita cuando estoy cansado, todas las veces que quiero, pero eso no me satisface.
Lola le contestó: - es cierto lo que dices, tengo una vida más entretenida, ya que puedo estar dentro como fuera del agua, desplazarme más rápido e ir a otros lugares …
Se quedó un momento callada y luego le dijo a Pito: - ¿qué te parece si te subes encima mío y te llevo a pasear?.
- ¿de verdad? – dijo Pito.
- ¡Sí! – dijo Lola, vamos a probar, si te gusta, lo repetimos cuantas veces quieras.
Así fue que Pito subió sobre su amiga Lola y salieron todos contentos salta que salta por la orilla del arroyo, y saludando por doquier a todos los amigos que iban encontrando, quienes mucho se reían al ver esa pareja tan divertida.
Ante las risas que llevaban los dos, se asomaban los peces y las tortugas del arroyo para ver lo que pasaba.
- ¡Hola amigos! - saludaban Lola y Pito, este último, con sus cuernitos largos que
es donde están los ojos, girando para todos lados, ya que su curiosidad era mucha por conocer otros lugares.
Así anduvieron largo rato, Lola salta que salta mientras su amigo disfrutaba de aquel novedoso paseo.
Luego de un buen rato volvieron al lugar donde vivían y fueron recibidos con aplausos por los demás habitantes del lugar, deseosos de que Pito contara de la aventura vivida.
Así lo hizo, con lujo de detalles; luego de agradecer a Lola, se metió en su casita y se durmió cansado por tantas emociones vividas soñando con lo que había visto y pensando volver a salir montado en su amiga Lola, que tan generosamente se ofreció a llevarlo.
Un abrazo grande a todos y cada uno,
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