¡FELIZ DÍA DE LA MADRE!
A todas y cada una les envío un amoroso abrazo en este día dedicado a nosotras.
Ser madre, ¡qué misión tan sublime nos dio el Padre!. Soy una eterna agradecida por haber nacido mujer y poder cumplir con ese maravilloso rol.
Hoy les traigo esto que escribí hace ya tiempo para compartir con todas Uds.
EL AMOR DE MADRE.
Es ese divino sentimiento que hace
que una mujer se convierta en dulce paloma, en el ser más tierno de la Tierra.
Cuando tiene a su bebé en brazos,
toca el Cielo con las manos; oye el canto de los ángeles mirando maravillada
ese regalo de Dios. ¡Tener un hijo!, ¡Ser madre!.
Ese ser al que alimenta con su
propia sangre convertida en leche dadora de Vida, y mientras lo hace, mantiene
largos diálogos de amor con quien hizo posible el milagro de convertirla en madre,
llenándole sus brazos vacíos, acunándolo y poniendo en su voz dulces cantos de
amor.
Por ese niño la madre se olvida de
sí misma para entregarse en cuerpo y alma a su cuidado las 24 hrs. del día, los
365 días del año. Por él hace los mayores sacrificios y lo cubre con un manto
protector tejido con hilos de amor, para guiarlo por la Vida con paciencia,
comprensión, tolerancia, flexibilidad, consuelo, perdón. Tratando de que nada
lo lastime, quitando las piedras de su camino para evitar que algo lo haga sufrir.
Él es el sol que ilumina sus días,
son todas las estrellas en una noche serena, el agua fresca y pura del
manantial que calma su sed.Es el regalo más grande que Dios le
ha hecho.
A fuerza de quererlo puede leer en
sus ojos, o en el timbre de su voz – si se encuentra lejos- si tiene algún
pesar, nada escapa a su intuición, a su mirada inquisitiva.
Ese manto protector tejido con
hilos de amor lo seguirá cubriendo, seguirá acunándolo en su corazón hasta que
exhale el último suspiro.
El amor de madre va más allá del
tiempo y del espacio, es eterno, es dado por Dios.
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LOS HIJOS
Criados en nuestras entrañas.
Alimentados con nuestra sangre.
Son frutos del amor, que cual Cupidos nos flechan el
corazón, y ese amor … dura toda la vida.
Nada lo mengua, crece con ellos, nos miramos en ellos,
respiramos con ellos,
lloramos y reímos con ellos y por ellos.
Es el amor más sublime que existe y muchas veces por amarlos
tanto los sofocamos, no les damos el espacio y la libertad que necesitan para
crecer.
Los seguimos acunando en nuestros brazos a través de
nuestros nietos. En ellos los vemos y
volvemos a ser jóvenes para acompasarnos en sus requerimientos.
Los hijos son un milagro y un regalo de Dios.
Son nuestra razón de vivir, nuestro orgullo, nuestra
alegría, nuestro agradecimiento a la
Vida.
Aunque estén lejos, ellos están con nosotros y nosotros con
ellos, somos vasos comunicantes.
Es un lazo tan fuerte, que no existe nada en la vida que lo
pueda cortar. La distancia no existe, el AMOR que nos une es más fuerte a la
distancia; es un soñar con abrazarlos, es un querer mirarlos a los ojos y
compartir con ellos sus penas y alegrías, sus sueños y temores.
¡Esos son los hijos, nuestros hijos amados!, no importan si
ya son padres o abuelos.
Siempre serán nuestros “niños”, acá o allende la mar.
Por todo ello ¡¡¡Benditos sean!!!.
Este es el sentir de todas las madres.
Que Dios las colme de bendiciones.
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