LA HOJITA ANDARIEGA
El señor Otoño había llegado trayendo su paz, con sus colores ocres y amarillentos en las hojas de los árboles, que anuncia la caída de las mismas.
En un hermoso árbol, a orillas de una ruta muy transitada, las hojas cuchichiaban entre ellas sabiendo que pronto se desprenderían del árbol que las había sostenido desde la Primavera, cuando habían brotado hermosas y verdes. Sabían que volverían a la tierra como nutriente de la misma, - “nada se pierde, todo se transforma” - para hacer posible que en la próxima Primavera vuelvan a nacer.
Pero había una que deseaba saber qué
había más allá de su entorno, pues veía pasar: personas, niños, autos veloces, bandadas de pájaros conversando entre ellos y, ella pensaba:¡Qué felices son!, ¿adónde irán?, ¿qué hay más allá de éste lugar?; me gustaría saberlo.
Y, como que alguien la escuchó, llegó una ráfaga de viento que la arrancó de la rama y, la fue llevando cuan liviana hoja que era hacia lo desconocido, hacia donde ella tenía curiosidad.
Pero había una que deseaba saber qué
había más allá de su entorno, pues veía pasar: personas, niños, autos veloces, bandadas de pájaros conversando entre ellos y, ella pensaba:¡Qué felices son!, ¿adónde irán?, ¿qué hay más allá de éste lugar?; me gustaría saberlo.
Y, como que alguien la escuchó, llegó una ráfaga de viento que la arrancó de la rama y, la fue llevando cuan liviana hoja que era hacia lo desconocido, hacia donde ella tenía curiosidad.
¡Era un Jardín de Infantes!, ¡qué suerte haber ido a parar allí!
Ella, muchas veces los había visto pasar apurados, a veces muy abrigados porque
hacía frío, otras más livianos de ropa y disfrutando del camino.
Pero había uno grande que estaba frente al patio de la casa que había tomado los colores del Otoño, pues era un árbol de paraíso, lleno de semillas que parecían aceitunas.
Por allá apareció un hombre arriando unas vacas, acompañado de un perro; claro, era un pequeño tambo y las traía a ordeñar!.
¡Cuántas cosas estaba viendo! ; los teros revoloteaban gritando su estridente ¡tero! ¡tero! ¡tero! ; además se escuchaba el alegre canto de los horneros y, una bandada de cotorras pasó con su parloteo acostumbrado; ¿adónde irían a comer!?, aquello era una gran fiesta para la hojita andariega.
Por suerte la brisa se calmó y ella pudo quedarse en ese lugar que tanto le gustó y que la hizo sentir muy feliz y así pudo cumplir su sueño de saber qué había más allá de donde ella estaba.
hacía frío, otras más livianos de ropa y disfrutando del camino.
Ellos estaban en el recreo; el bullicio era muy grande y, a la hojita le encantó verlos tan felices mientras corrían o se divertían en las hamacas, subibaja, tobogán.. .
Cuando quiso acordar, volvió a soplar la fuerte brisa y la sacó de donde estaba; la levantó por el aire; y así fue dando vueltas y vueltas, hasta que la brisa se calmó y ella descendió suavemente en un lugar muy bonito, donde había bancos, flores, también niños jugando,corriendo; otros leyendo, todos disfrutando de la hermosa tarde otoñal.
Estaba tan atenta mirando todo aquello, que cuando nuevamente sopló la brisa, la tomó de sorpresa; y ésta la llevó muy lejos y, cuando dejó de soplar, descendió en un lugar muy amplio, con muchos árboles verdes – de los que no pierden las hojas-.
Pero había uno grande que estaba frente al patio de la casa que había tomado los colores del Otoño, pues era un árbol de paraíso, lleno de semillas que parecían aceitunas.
La casa estaba pintada de blanco con las ventanas y puerta de color verde, todo embellecido por lindos canteros con flores.
También habían animales: vacas,, caballo, gallinas, patos, pavos, cerdos … ¡había caído en una granja!, ¡qué divertido!, ¡cuántos animales tan distintos , viviendo todos juntos en armonía, disfrutando unos de otros!; ¡Eso sí que le gustaba!.
Cuando ella estaba en el árbol, veía pasar -por estar a orillas de la carretera- camiones cargados con vacas o corderos ; también con frutas y verduras..
Pero acá, los tenía a la vista ¡todos juntos!.
Por allá apareció un hombre arriando unas vacas, acompañado de un perro; claro, era un pequeño tambo y las traía a ordeñar!.
¡Cuántas cosas estaba viendo! ; los teros revoloteaban gritando su estridente ¡tero! ¡tero! ¡tero! ; además se escuchaba el alegre canto de los horneros y, una bandada de cotorras pasó con su parloteo acostumbrado; ¿adónde irían a comer!?, aquello era una gran fiesta para la hojita andariega.
Por suerte la brisa se calmó y ella pudo quedarse en ese lugar que tanto le gustó y que la hizo sentir muy feliz y así pudo cumplir su sueño de saber qué había más allá de donde ella estaba.
La Vida nos lleva de acá para allá como hoja arrastrada por el viento; sepamos ver todo lo bello de este peregrinar.
Un abrazo a todos y cada uno.
Un abrazo a todos y cada uno.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar¡Excelente como nos tiene acostumbrados esta maravillosa abuela que navega en el ciberespacio difundiendo amor y esperanza!
ResponderEliminar¡Felicitaciones por los diseños que sé son de su autoría!
¡Todo el blog es un himno a la alegría de vivir!
¡Muchísimas gracias por todos los aportes!