viernes, 29 de marzo de 2013


El Arte en la Educación

Hoy les presento un artículo que considero sumamente interesante para la formación cultural de los niños desde temprana edad.
Las artes enriquecen el alma y la personalidad del ser humano, por eso es muy importante dárselo a conocer desde que concurren a pre-escolares.












Pueden ser: pintura, escultura, música.
No hay mejor maestra para  enseñarles arte, que ponerlos frente a los colores, formas y sonidos de la Naturaleza.
Dios es el Creador de todas las artes; los hombres aprendieron de Él observando la Naturaleza, y lograron trasmitirla desde la época de las cavernas en las pinturas rupestres que adornaban sus bóvedas, hasta llegar a la perfección de las pinturas de los grandes pintores de todas las épocas como:

Leonardo da Vinci, Rafael, Rembrandt, Murillo, Goya y muchos más.
Las toscas esculturas de piedra se convirtieron en las maravillosas esculturas en mármol de Fidias y Policleto en la Antigua Grecia, y de Miguel Ángel y otros en Italia.
He tenido la suerte de visitar algunos museos como el Louvre y poder ver en mármol la escultura "Hermafrotito dormido" de Policleto,  como antes lo había visto en una copia en bronce en el Museo del Prado, como he podido ver las esculturas de Miguel Ángel en la Galería de la Academia y Capillas de los Médici en Florencia.
Enfrentarse a las obras de los grandes genios tanto en pintura como esculturas, produce en nuestro interior un impacto emocional imposible de describir.
De niña me había enamorado - través de los libros "Trabajo" y "Vida"de José H. Figueiras- de algunas de las pinturas que los ilustraban, como "Las espigadoras" y "El Ángelus" del pintor francés Francois Millet, estaban en tonos grises, ya que en ese entonces no existían las fotos en colores.
Se imaginarán mi emoción cuando me pude parar frente a  ellos en el Museo Dorsay y admirarlos en sus colores originales.

Mi amado libro de quinto año
Indudablemente que desde niña he sido una enamorada de la Naturaleza, por eso es que predico el amor a la Tierra.
Luego están los grandes composiciones musicales, cuyo inicio fue copiar los sonidos de la Naturaleza: el canto de los pájaros, el silbido del viento, el susurro de la brisa, el canto del agua, y para ello fueron creando instrumentos, usando elementos de la propia Naturaleza, hasta llegar al día de hoy, en los que interpretan la música de los grandes maestros como: Mozart,
Vivaldi, Schubert y muchos más.
Escuchar música clásica eleva el espíritu a alturas donde se puede tocar el cielo, en un estado emocional superior, que nos aparta de la mediocridad para contactarnos con la grandeza que todos tenemos dentro.

Este es el artículo
¿Qué es el arte para el ser humano?
Desde los inicios de la especie humana, el hombre ha tenido la necesidad natural de expresarse. Durante el desarrollo de nuestra especie, esa necesidad de expresión ha dado lugar a lo que hoy día conocemos como Arte. El arte ha significado para el ser humano, perdurabilidad. Esto es, diferenciarse del resto de especies animales, dejar huella a través de la historia, establecer una herencia que se pueda transmitir a lo largo de generaciones, a fin de cuentas, mantenerse al margen del paso del tiempo. Gracias a esta necesidad innata de las personas, la especie humana ha ido desarrollándose a lo largo de siglos y milenios hasta llegar al tiempo actual, y con ella se ha desarrollado también la manera de hacer, transmitir y comprender el arte; todo este proceso ha ido aportando valor al hombre hasta convertirlo en lo que es hoy día. Si equiparáramos al ser humano primitivo con los niños y niñas en edades de aprendizaje, comprenderíamos que la educación artística es primordial para el desarrollo completo de una persona.
¿Por qué educar con arte?
La expresión artística es un medio por el cual el ser humano es capaz de transmitir infinidad de emociones. Se puede considerar a cada vertiente del arte como un idioma mediante el cual nos llegan sentimientos y sensaciones que son capaces de conmovernos. Pero, ¿es esto suficiente? Quiero decir, ¿nos conformaríamos con ser simplemente receptores de las emociones que se transmiten por este medio que es el arte? Personalmente creo que es insuficiente; es cuando somos nosotros los creadores cuando percibimos íntegramente la experiencia que aporta el arte. De alguna manera, todas las personas pueden ser creadoras de arte. Si nos fijamos en los niños cuando juegan veremos que son fuentes inagotables de imaginación y de creatividad. Pues bien, ¿qué diferencia puede haber entre crear arte y jugar? Con una buena enseñanza artística temprana, los niños pueden participar
en el arte de forma natural y divertida la naturaleza humana que los propios sistemas educativos que son siempre artificiales. Gracias al aprendizaje de estos valores el ser humano tiene mayor libertad de elección; los valores adquiridos durante la educación hacen que tengamos capacidad para reflexionar sobre lo establecido, con lo cual podemos saber mejor cual es la decisión que nos hace mas feliz. Las artes nos aportan conocimiento personal de nuestras propias emociones. Todos estos valores adquiridos son el resultado del largo proceso de educación al que los niños son sometidos, porque el aprendizaje no llega con el resultado final, sino con el camino que se ha recorrido.
Personalmente a mí el arte me aporta, además de una sensación placentera inigualable tanto ideológica como puramente sensorial, una capacidad de entender la vida de forma diferente, como vista desde otro prisma. Quizás vista desde el punto de vista de alguien que disfruta tanto percibiendo el arte como, a mi manera, creándolo.
Y a vosotros, ¿qué os aporta el arte?. Si concebimos que la práctica de actividades artísticas puede ser habitual en niños en edades de aprendizaje, en el futuro estos niños serán parte activa de la cultura, ya que habrán desarrollado esta cualidad durante su formación como persona.




¿Qué aporta el arte?
Según Jean Jacques Rousseau, las artes son fundamentales en el proceso de la educación, porque aportan unos valores mas cercanos a la naturaleza humana que los propios sistemas educativos que son siempre artificiales. Gracias al aprendizaje de estos valores el ser humano tiene mayor libertad de elección; los valores adquiridos durante la educación hacen que tengamos capacidad para reflexionar sobre lo establecido, con lo cual podemos saber mejor cual es la decisión que nos hace mas feliz. Las artes nos aportan conocimiento personal de nuestras propias emociones. Todos estos valores adquiridos son el resultado del largo proceso de educación al que los niños son sometidos, porque el aprendizaje no llega con el resultado final, sino con el camino que se ha recorrido.
Espero les haya gustado el tema de hoy.
Un abrazo a todos y cada uno.


martes, 26 de marzo de 2013


EL OTOÑO
El señor Otoño ya se hizo presente en nuestro hemisferio sur, y por lo tanto muy lentamente comienza a cambiar la fisonomia de la vegetación.
En Uruguay hemos tenido una Primavera y un Verano con generosas lluvias y todo está muy verde, por eso hoy les traigo  fotos del árbol que está frente a mi puerta, tomadas el Otoño pasado.

El fresno es uno de los primeros árboles que acusa la llegada del Otoño.



Se ve con el transcurso de los día el cambio en la coloración de las hojas.

¿Verdad que parece un sol?

De acá en adelante las hojas comienzan a secarse y caen hasta mostrar sus ramas desnudas; descansa hasta la próxima Primavera para renovar el proceso de la activación de su energía: la savia a circular por sus ramas.
Albert Camus dijo:
El Otoño es una segunda Primavera donde cada hoja es una flor.

Disfruten de sus hermosos colores.






Un abrazo a todos y cada uno, con unas FELICES PASCUAS.

sábado, 23 de marzo de 2013

EL RATONCITO MIGUEL EN TENERIFE


Este cuentito pertenece a mi quinto libro escrito para regalar a todas las escuelas del departamento de Florida. Le puse de subtítulo :UNA LECCIÓN DE GEOGRAFÍA, ya que esa fue mi intención al escribirlo, llevar a los niños a conocer una tierra muy distinta a la nuestra y a la vez invitarlos a que la vayan a visitar.
Espero que lo puedan leer a pesar del tamaño de la letra.

























viernes, 22 de marzo de 2013


                             DEDICATORIA



Gonzalo y Agustín: este libro les cuenta algunas de las aventuras
que vivió este personaje en nuestra querida casona.
Mucho nos divertimos con sus diabluras. Él ahora los lleva
de la mano a un lugar que conocen y quieren mucho ... ¡lo de
Alfonso y Anair!.
Que lo disfruten, ya que gracias a la hermosa amistad que
nos une hace más de cuarenta años, ha sido posible que yo
contara estas vivencias a través del ratoncito Miguel.
Abuela Hortelia



Los niños son las flores de la Tierra
y donde hay flores
desciende el Cielo en ellas

M. Moria.

LEYENDO...

Gonzalo lee un librito que el cartero le entregó...
¡cuentitos de abuela Hortelia... que de tan lejos llegó!
Recuerdos de aquellas tierras que le gusta visitar
pues vive cosas muy bellas que siempre recordará.
Todo niño se enriquece visitando aquel lugar
La Tatucera de Alfonso... es difícil de olvidar.
Por eso su imaginación vuela y se ve de nuevo allá
dando la mema a la cerda... mientras él se ríe más...
La pava con sus pavitos come... come sin parar
los granos de maíz dorado que no les debe faltar.
Toda la granja irradia alegría y bienestar...
la vida allí es muy bella... se respira mucha paz...
Por eso Gonzalo hoy sueña con volver allá...
porque abuela y sus cuentitos se lo hace recordar.



Soy el ratoncito Miguel, y quiero contarles
algunas de mis andanzas.
Yo también he vivido en la vieja casona,
donde están Piqui, y demás habitantes
que han hablado antes que yo. Nací
en esta casa porque mis padres también
oyeron hablar sobre la pareja de abuelos
que habitaba en ella y quisieron saber
si era verdad lo que de ellos decían.
Por eso eligieron el sótano de la habitación
que da a la calle, ya que es el único
piso de madera que se conserva, ideal
para nuestras correrías.
Ni que dudar que en el transcurso de
los más de cien años que tiene la casa ,
otras familias de ratones la han habitado,
ya que en el borde de las maderas
hay señales de que otros dientecitos pícaros
han abierto agujeros para entrar y
salir a gusto, y tal vez poder escapar rápidamente
de algún gato cazador.
Por las noches nuestros padres salían
en busca de alimentos para ellos, nosotros
no lo necesitábamos porque tomábamos
de la tetita de nuestra madre.
Cuando nos hicimos más grandes nos
dieron permiso para salir a recorrer las
habitaciones y así saber donde está la
cocina, que es el lugar ideal para encontrar
algo rico para comer.
Después de mucho andar dimos con
ella. También es espaciosa y con largos
fogones en los que podíamos jugar carreras
mientras los abuelos dormían
Yo fui el más atrevido de todos pues
me aventuraba a salir a cualquier hora
del día, sabiendo que la abuela me podía
ver.
Un día la escuché contarle a una amiga
acerca de mi presencia en la casa
(creía que era yo solo). Le decía de ese
ratoncito, que parecía de los que pintaba
Walt Disney, ¡que era precioso!.
¡Yo me inflaba de satisfacción! ¡ así que
ella estaba encantada conmigo! Y además
le dijo que me había puesto por nombre:
¡MIGUEL!
Buen susto le dimos un día, aparecimos
en la cocina donde ella estaba preparando
el almuerzo, peleándonos con
uno de mis hermanos, chillando y mordiéndonos.
¡Ahí se enteró de que no era
yo solo! Ja ja ja.
Fue pasando el tiempo y mis padres y
hermanos se fueron, pero yo me quedé
porque me encantaba cuando la
abuela me hablaba como si yo fuera
un niño.

¡Qué sabroso pancito! 

Por el lugar donde ella se sentaba a
leer, tejer o escribir, siempre me descubría
cuando yo iba para la cocina, y me
decía: -¿adónde vas Miguel?-, yo me escondía
detrás de un mueble
y desde allí la observaba y
ella a mí.
También salía al jardín encantador,
lo recorría y me
volvía para dentro de la casa.
Me gustaba estar en ella.
Un día descubrí, que había
una hermosa estufa
donde yo podía pasar el invierno
calentito.

¡Qué hermoso el árbol de espumilla!



Ésta, estaba entre dos

dormitorios, ¡maravilloso lugar para un
ratoncito friolento!. Así que ni corto ni
perezoso, armé allí mi nido y, ¡a dormir
feliz en tan lindo lugar!…


Una noche de mucho frío, los abuelos
cerraron la puerta del dormitorio, ¡ vaya
contrariedad!, ¿cómo hacía yo para visitar
la cocina?.

¡Qué vergüenza, hice levantar a los abuelos!

Pues, no se me ocurrió mejor cosa que
empezar a roer la puerta. Como no estaba
bien cerrada se golpeaba una hoja
contra la otra, ¡vaya escándalo que
armé!. Con el ruido se despertaron los 
abuelos.

Al principio no se daban cuenta
de lo que pasaba, hasta que ella se
empezó a reír y le dijo al abuelo: -¡es
Miguel que quiere salir! Ja- ja-Ja, levántate a abrirle -; él lo hizo y cerró la puerta
nuevamente.
Pero, al rato, después de yo dar mis
vueltas, quise entrar de nuevo para seguir
durmiendo al calorcito de la estufa
y me encuentro que la puerta estaba cerrada,
¡vaya nueva contrariedad!.
Entonces decidí roer la puerta desde
afuera. Se repitió el ruido, desperté nuevamente
a los abuelos, mientras oía la
risa de los dos diciendo: -¡ahora quiere
entrar, ja- ja –ja.. Se levantó el abuelo
nuevamente y me dejó la puerta entreabierta
para que yo pudiera entrar y salir
a mi antojo. Yo estaba muy avergonzado,
no tenía derecho a molestarlos.
Pero desde ese día siempre la dejaron
entreabierta. ¡Si me tendrían consentido!.

¡Me cerraron la puerta otra vez!
Como yo estaba siempre escuchando
lo que hablaban, escondido detrás de los
muebles, era cosa cotidiana que nombraran
a Alfonso. Yo me preguntaba:
¿quién será ese Alfonso?. Vienen Marichú
y Joselo, los nietos y siempre…
Alfonso…, de lo bueno que era…, de lo
bien que lo pasaban allá…, además: que
si la chancha dio cría…, que cuantos pavos
nacieron…, con todo esto me vinieron
deseos de conocer aquello, para ver
si era cierto todo lo que decían …
Así que esperé que viniera el buen
tiempo y una mañana temprano dejé la
casona en busca de ese lugar maravilloso
donde ellos eran tan felices cuando
iban de visita cada lunes de la semana.
Tomé calle abajo, tratando de pasar
desapercibido, era la primera vez que me
aventuraba a dejar la seguridad de la
casona, pero mi curiosidad era mucha,
así que salí a correr una gran aventura…

Me voy para lo de Alfonso

¡Qué aventura estoy corriendo!

Había mucho ruido afuera, pasaban
veloces las motos, los autos, la gente iba
apurada marchando para su trabajo.
También encontré niños con sus túnicas
blancas camino a la escuela que hay
en la misma calle. Los más pequeños
iban de la mano de su mamá, o también
algún abuelo los llevaba.
Me quedé escondidito observando a
ese enjambre de niños que muy felices
se encaminaban a estudiar.
Luego retomé la marcha, siempre calle
abajo. Me resultó peligrosa cruzar una
muy transitada en doble dirección, pero
felizmente lo pude hacer y de ahí en adelante
todo fue más tranquilo ya que salí
del centro de la ciudad.
Ví señoras barriendo las veredas, perros
olfateando acá y allá. Yo siempre iba
cuidando de que no descubrieran mi presencia,
si no, lo iba a pasar muy mal…
Así que seguí mi marcha, y me paraba
a preguntar a algún otro ratón si iba bien
encaminado y de paso conversar con
ellos, quienes estaban muy extrañados
de que un ratón de ciudad se hubiera
aventurado a salir de su casa para enfrentarse
a peligros inesperados.
Yo les contestaba que eran tan grandes
mis deseos de llegar a ese lugar donde
vivían los amigos de los abuelos, que
me animé a hacerlo.
Mientras seguía, pensaba en que ellos
iban a extrañar mi presencia.
¡Ni se imaginaban la aventura que
estaba viviendo yo!
Llegó un momento en que la calle se
abrió muy ancha desembocando en un
lugar lleno de árboles, donde hay una plazoleta
muy bonita dedicada a los inmigrantes
italianos con una imagen dedicada
a San Cono, copia del que está en
la Capilla dos cuadras más arriba, traída
por un grupo de italianos en 1885.
Luego de recorrerla seguí más abajo y
me encuentro con un lugar muy hermoso.
Además de los árboles, había mucha arena
y corría un río de aguas mansas, que
era cruzado por una calle de adoquines.
Como ya se había hecho la tarde y con
el buen tiempo, se veían niños con baldecitos
y palitas jugando con arena o trayendo
agua del río bajo la atenta mirada
de sus padres.


MIGUEL EN LA CALZADA


Todo aquello me encantó, había mucha
paz; se escuchaba el canto de los
pájaros, sobre todo de los horneros, mezclado
con la risa de los niños. Después
me di cuenta, que este lugar tan hermoso
era ¡La Calzada!, adonde venían Marichú
y Joselo cuando eran niños, acompañados
por la querida Blanca, la cocinera.
Ellos mucho disfrutaron de este lugar.
Estuve un rato contemplando todo
aquello y decidí continuar mi marcha.
Me imaginé que el camino que me llevaría
a lo de Alfonso era uno por el cual
veía ir y venir carros, gente a caballo, y
hacia él me dirigí.
Cuando quise acordar se fue haciendo
de noche y tuve que encontrar un buen
lugar para pasarla lo mejor posible.
Así que luego de admirar tanta belleza
decidí quedarme tranquilo para reponer
fuerzas para el siguiente día. De comer
tenía en abundancia con tantas semillas
y frutos que había en el suelo…
Fue muy hermoso ver ocultarse el sol,
viendo los colores que toma El cielo en
esos momentos.
Todo se aquieta, los pájaros dejan de
cantar como reverenciando al astro Rey.
Un gran silencio envuelve todo. ¡Qué
maravillosos son los atardeceres en el
campo!. ¡Con razón la abuela dice que
cada ida a visitar a estos queridos amigos
«es un regalo de Dios».
Vuelve enriquecida interiormente por
todo lo que oye y ve.
La noche cayó silenciosamente y yo me
dormí feliz por todo lo que había visto,
ya que todo era nuevo para mi.
Al otro día muy temprano me despertó
el canto de los pájaros saludando al sol
que venía asomándose en el horizonte.
Todo era alegría. Era un trinar, un batir
de alas. La Naturaleza¡ ¡había despertado!
, había salido del reposo de la noche
y estaba luciendo en todo su esplendor!.
¡Todo estaba lleno de vida otra vez!!.
Así que me dije: «Miguel, hay que seguir
para llegar adonde quieres y hay un
largo camino para andar»…
Con mucho entusiasmo emprendí la
marcha.
Por el camino encontré niños que iban
para la escuela, gente de a caballo, en
carro, en motos, en auto. Todos levantando
mucho polvo ya que hacía un tiempo
que no llovía.

Qué hermoso atardecer!



El camino que empecé a recorrer era
muy transitado por personas que venían
del lugar adonde yo pensaba llegar, llamado
Paraje de La Macana. Seguramente
muchos de ellos conocerían a Alfonso,
su esposa Anair y el hijo Alfonsito.
El establecimiento se llama La Tatucera
y queda unos 5 Km. de la casa de los
abuelos.
Así que seguí caminando por entre los
yuyos y plantas silvestres que estaban
en flor. No quería ser atropellado por los
que apurados iban y venían por ese polvoriento
camino de tierra.
Por lo que escuché, es muy duro el trabajo
del campo, ya que todo depende de
la naturaleza.
Estas son cosa que yo ignoraba, ya que
vivía muy cómodo en la casa de los abuelos.
Por el camino vi y aprendí ¡tantas cosas!
,que sería largo de contar.
Lo bueno es que también vi personas
arriando sus vacas para ordeñar, acompañados por perros, sus fieles compañeros.
Leñadores con sus carros llenos
de leña de monte para vender en la ciudad;
otros cargados con arena sacada de
los arenales a orillas del río…, un horno
para hacer ladrillos…
Cuanto más avanzaba, más amplio era
el horizonte, más cielo y árboles, más
cantos de pájaros. Había momentos en
que me detenía para disfrutar de tanta
belleza. «Bien dice la abuela: ¡regalo de
Dios!»…
A mi derecha estaba el río con su monte,
a mi izquierda, los campos con sus
casitas con jardines y pequeños tambos
con sus chacritas de maizales y alguna
pequeña pradera como forraje para el
ganado.
¡Todo estaba lleno de vida, del sacrificio
de la gente trabajando de sol a sol!

Admirando el campo


Miguel preguntando donde queda la tatucera




Sé, que cuando pase un pequeño puente
y un chalet, que es una casa para cuidar
ancianos, estaré más cerca. En realidad
no me apuro mucho porque voy disfrutando
todo esto tan hermoso y desconocido
para mí. Así me agarró otra vez la
noche. Otro hermoso despertar y alegría
por seguir el camino.
Marché alegremente hasta que me
encontré en una bifurcación del camino
y según me había dicho el último ratón
de campo que encontré, tenía que tomar
el camino de mi izquierda. Así lo hice y
cuando quise acordar casi me paso de la
portera pintada de verde donde tiene un
cartel que dice: «LA TATUCERA»
¡No podía creerlo!, ¡por fin había llegado
a ese lugar tan querido por los
abuelos, sus hijos y nietos!. ¡Qué alegría!.
Crucé la portera ¡triunfal!, ¡estoy
en lo de Alfonso y su familia!. ¡Aleluya!.
Enfilé por el camino para llegar a la
casa que estaba distante del camino.
Estaba pintada de blanco y tenía un
gran árbol de paraíso que daba sombra
al patio. Ahí se sentaban los abuelos
cuando hacía buen tiempo, a disfrutar de
todo lo que se veía y oía.

Por fin miguel llegó a la tatucera





A medida que me acercaba veía mejor
la casa que está cercada por un tejido
para proteger el hermoso jardín, ya que
por lo que vi todos los animales andaban
sueltos, dueños del ante patio.
Lo primero que encontré fue una pequeña
habitación o la enfriadora de la
leche, ya que yo bien sabía, habían tenido
un pequeño tambo.
Al lado estaba el pozo de agua, con una
gran batea llena para que en ella pudieran
beber todos los animales que andaban
sueltos.
El agua es la misma que bebían los
abuelos, ya que cada semana traían bidones
para el consumo diario. ¡Cuántas
cosas sé de esta familia!, es que como
hacía tanto tiempo que oía hablar a los
ancianos, sus hijos y nieto sobre ellos
era como si los conociera de siempre…
En el medio del patio estaba la casa
rodeada de un hermoso jardín lleno de
flores multicolores. Todo muy bien cuidado
por los dueños de casa…, había una
casilla para Falucho el perro guardián
debajo de un sauce.
Se veía una pequeña huerta de donde
los abuelos llevaban verduras frescas
que ellos les obsequiaban. Eran muy generosos
y siempre compartían lo que tenían.
Había un parral, y debajo de él, una
jaula con Coquita - la cotorra- que tanto
los hacía reír con sus: «Alfonsito, está
rica la papa».
De pronto ¡qué susto!, veo salir de la
casa un gato negro y detrás Alfonsito
diciéndole: ¿ Dónde vas Casius?. ¡Menos
mal que no me vio! Si no, no estaría
contando esta aventura.
Saliendo del patio, vi el galpón tan
nombrado por los abuelos, muy visitado
por vecinos y amigos, ya que en él se
llevaban a cabo las «carneadas de cerdo
» todos los inviernos, y se que ellos
venían a ayudar. Luego se almorzaba allí
mismo, y se probaba lo que se estaba
haciendo.
Siempre reinaba gran alegría y amistad
y todos lo pasaban muy bien.
Ese galpón además servía para guardar
el carro, los arreos del caballo y muchas
cosas más.
Al costado del galpón había un pequeño
dormitorio que se usaba cuando venía
algún paisano a quedarse.
Pegado había una cocina campera, que
según escuché en la casona, Marichú
siendo niña ayudó a construir pared. Allí
también se reunían para cenar con los
amigos algún asado hecho en la estufa.
Ahí se colgaban los chorizos, jamones
y demás productos de la carneada.
Era un lugar muy tentador para visitar
ja ja ja.
Dando la vuelta, pegado, se encontraba
el famoso horno de barro, tan comentado
por los abuelos y los hijos. ¡Cuántas
cosas ricas cocinaron Anair y Alfon

so en él!, es que yo escuchaba los comentarios


de ellos... y se me hacía agua
la boca. Después visité el gallinero, el
galpón de ordeñe..., vi una bandada de
pavos, gallinas con pollos, el ternero
pastando, ovejas y corderos, caballos y
Blas - el potrillito-, cerdos comiendo en
su batea, Chacurra - la perrita - junto a
Petunia - la cerdita-inseparables amigas.
¡Aquello era muy divertido!.
Después descubrí, que detrás del galpón
donde se carnea ¡había otro!. Cuando
entré en él ¡no lo podía creer!, estaba
lleno de bolsas de ración para las vacas,
cerdos, gallinas, de cuanto grano pueda
haber para que este ratoncito hambriento
se hiciera el gran festín. Fue tanta mi
emoción que saltaba y brincaba encima
de tanta abundancia. ¡Viva La Tatucera!.
Luego traté de encontrar un lugar bien
protegido para que ese gato que vi, no
me pudiera atrapar sin haber disfrutado
de este paraíso. Antes comí de aquellos
manjares hasta quedar con mi pancita
redonda, y feliz y contento me acurruqué
..., cerré mis ojitos y ¡a dormir!.

¡Cuántas cosas ricas se cocinaron en éste horno!


Al otro día me despertaron unas voces,
eran Anair y Alfonso que habían entrado
a sacar ración para darle de comer a los
animales.
Había un gran alboroto de gallinas y
pavos, los cerdos como eran tan mansos
caminaban al lado de ellos esperando su
comida. Las vacas mugían pidiendo lo
suyo. Falucho, el perro corría espantando
a las gallinas, ¡jugaba con ellas!. El
gato andaba con su andar sigiloso husmeando
para ver si podía cazar algún
pájaro. Todo me pareció maravilloso con
esa luz de la mañana. ¡Cuánto cielo!,
¡cuánto sol!, ¡qué aire tan puro se respiraba!,
cuánto cantos de pájaros!. Pasaban
bandadas de patos silvestres rumbo
al Santa Lucía, que corre allí cerca. Era
un despertar de la Naturaleza. Cuando
ellos terminaron de alimentar a los animales, 


cada uno se dirigió a sus respectivos 
quehaceres, yo aproveché para visitar 
la casa, ya que mi curiosidad era 
saber cómo era, pero tenía que cuidarme 
del minino, así que aprovechando que 
andaba en busca de algún pájaro, apro
veché el momento oportuno para entrar 
en ella.








¡Qué ricura cúanta comida!














El reloj de Alfonso


Todo estaba lleno de plantas, había
una estufa a leña, y en una de las paredes
había un reloj antiguo, un lugar ideal
para esconderme y escuchar lo que hablan.
La cocina era espaciosa, con cocina a
leña. Habrá de ser muy lindo encontrar
un lugarcito para pasar el invierno calentito.
Di otras vueltitas y salí, no fuera que
volviera el gato..., que según supe, era
el rey de la casa, mimado y consentido
sobre todo por Alfonsito.
Creo que por ahora no voy a volver a la
casona. Esto me resultó maravilloso,
podré vivir más libre, y muy entretenido
con todo lo que había para ver.
Sé que Anair se parece a la abuela, por
eso son tan amigas, y Alfonso con el
abuelo se entienden muy bien . Como
ellos vienen todas las semanas los veré.
Después tal vez siga contando de mis
andanzas en este hermoso lugar.
Adiós.

Miguel

Despúes de un tiempo el Ratoncito Miguel decide contar sus andanzas en lo de Alfonso


Mucho ha aprendido en esta nueva vida tan diferente de
cuando vivía en la casona.
El entorno en el que se mueve, tan amplio y lleno de colores,
con la flora y fauna que lo puebla, los sonidos que emiten
los animales, el canto de los pájaros; todo es nuevo para él y
lo disfruta enormemente.
Espero que uds. también lo hagan.
Con amor





Abuela Hortelia.

¡Hola!, soy el ratoncito Miguel que ya
hace un tiempo que estoy viviendo en lo
de Alfonso, Anaír y Alfonsito y tengo muchas
cosas para contar.
Estoy muy feliz en este lugar, pues me
siento libre, ya que mis horizontes son
ilimitados.
Acá no hay muros que me impidan extender
la mirada y perderse a lo lejos.
Acá todo es alegría y paz, por eso he
decidido quedarme definitivamente.
Como a los abuelos los veo todas las
semanas...
Recuerdan que me despedí de Uds. luego
de haber amanecido por primera vez
en el galpón de los forrajes … ¡tan deliciosos!…
Tuve que esperar que
Anaír y Alfonso terminaran
con la tarea de darles
de comer a todos los
animales para yo salir
tranquilo a recorrer el lugar.
Él, luego de jubilarse tiene
una sola vaca llamada
Mariposa, en recuerdo de una
que criaron guacha en la estancia
de sus padres cuando era
niño.
De ella es que toman « leche
al pie de la vaca» cuando vienen de
Tenerife, Gonzalo y Agustín.
¡Cómo se divierten ayudándole a Alfonso
a arrearla hasta el galpón de ordeñe
y luego disfrutan de la leche tibiecita llena
de espuma que les deja la boca con
bigotes blancos!


Así también lo hicieron Marichú y Joselo
cuando eran niños; ellos también
le ayudaban a Alfonso a arriar las 15
vacas que ordeñaba para remitirla a
CONAPROLE, y lo acompañaban hasta
la portera distante dos cuadras,
mientras la llevaba en una carretilla,
antes de que pasara el camión
que la recogía.


¡De cuántas cosas estoy enterado y
recuerdo en estos momentos!, pero ahora
quiero tener un panorama más amplio
de cómo es este lugar, como soy tan pequeño
tuve que subirme al techo del
galpón de los forrajes para abarcar más
distancias, y ¿saben lo que descubrí?…
que el campo¡ es suavemente ondulado!…
¡vaya sorpresa!… ¡eso sí que no lo
sabía!…, a esas ondulaciones les llaman
lomas cuando son suaves y cerros si son
más altos.
Pero por acá todo es muy suave, al ser
así, le da un toque juguetón al campo,
me imagino que será: «acá subo… acá
bajo»…, así se lo va recorriendo, mientras
se disfruta de lo que se va descubriendo
… distintos tonos de verde, debido
al tipo de pasto o a lo que ha plantado
el campesino…, que maíz o sorgo…
que avena o trigo… o pradera para forraje
de las vacas lecheras, ya que es una
zona de pequeños tambos como fue el
de Alfonso. Todo hace que parezca la
paleta de un pintor con tantos tonos
mezclados.
En verdad que quedé maravillado de
lo que veía, ¡nunca pensé que el campo
fuera tan hermoso!, pero claro… lo puedo
apreciar mejor por el lugar donde me
encuentro.
Luego ya bajaré a recorrer el campo
de Alfonso para poder observar de cerca
todo aquello que me llama la atención.
Los abuelos siempre hablaban mucho
de todo lo que veían en ese lugar, así
que algo ya llevo adelantado que me sirve
para conocer mejor todo esto…
Mientras estoy arriba del techo del
galpón, no solamente miro el campo, sino
que observo a los pájaros que lo alegran
con sus cantos y piar…
Hay una gran variedad de ellos que
desconozco por haber vivido siempre en
la ciudad.
Hay algunos con colores muy vivos,
como el cardenal, el churrinche y sietecolor…
Pero hay tres que son los que más abundan:
el hornero, el tero y la cotorra.







El hornero acostumbra a hacer su nido
en los postes de la luz, en la punta de
los palos de los alambrados… en la horqueta
de los árboles… o donde él lo crea
conveniente ¡hasta en la ventana de una
casa!.
Tiene forma de horno de barro,(de ahí
su nombre) de los que construyen la gente
que vive en el campo para cocinar su
pan y otros alimentos. Seguramente se
lo copiaron…
Acá en lo de Alfonso hay uno donde se
han cocinado panes, pasteles , lechoncitos
y otras comidas muy ricas.
Como hace tanto tiempo que estoy
acá, he visto a los horneros hacer sus
nidos en la época de lluvias.
Cuando deja de llover y la tierra está
mojada, la pareja de horneros meten sus
picos en el barro y lo llevan hasta el lugar
donde lo quieren colocar. Lo mezclan
con pedacitos de hierba seca y palitos y
esto le da más consistencia. Así vuelan
una y otra vez y con mucho amor y paciencia
preparan el nido para criar sus
pichones.

La pareja construyendo su nido

El nido tiene una pared interna que
separa el lugar donde la hornera pone
sus huevos, de la puerta de entrada, que
casi siempre está orientada hacia el norte,
de esta forma los protegen de las lluvias
y vientos del este y sur. Entre los
dos los incuban. Cuando nacen los pichones
los cuidan y luego que estos crecieron
y se fueron, abandonan el nido y
se construyen otro para tener una nueva
familia.


Según los comentarios que escuché,
cuando un hornero grita mucho parado
sobre el nido, batiendo las alas sin parar,
es por que ha visto que anda una víbora,
que son las únicas que pueden entrar
al lugar donde están los huevos y
comerlos. Los horneros se mantienen en
pareja durante muchos años.
Son un ejemplo para los hombres.

El hornero


El hornero alegre y cantor eleva sus trinos al Sol
agradeciendo al Creador su alimento y su nido
hecho con barro y paciencia para criar sus pichones
amados y protegidos hasta que puedan volar
Y otros nidos armar … y sobre ellos cantar …

El tero


Gran centinela … celoso guardián…
su grito de alerta resuena en el campo
advirtiendo que alguien invade el lugar…
su ¡tero! ¡tero! ¡tero!
dice a los demás… ¡peligro!… ¡peligro!
¡cuidado los nidos!…
y por eso grita lejos del lugar…
protegiendo sabio a los que allá están…
Su vuelo en picada asusta al ladrón…
pues hay en sus alas un rojo aguijón
para hincarlo al intruso sin compasión…
Pasado el peligro y con alegría…
recorre el campo con altanería…
Su porte elegante vestido de frac…
La cabeza en alto… sacando su pecho…
demostrando a todos su categoría
de ¡«guardián de los campos» por supremacía!.



Después están las cotorras, que son
el dolor de cabeza de agricultores y granjeros
pues les come todo lo sembrado,
las frutas y granos que encuentran a su

paso. Su pico curvo es muy poderoso.

Se les declaró plaga nacional y tratan
de combatirla, pero ellas se reproducen
en gran cantidad y mientras van en bandadas
en busca de alimento, no importa
cuan lejos esté el plantío, llevan gran
parloteo, como disfrutando por adelantado
lo que van a comer.
Alfonso y sus vecinos sufren como todos,
el daño que le hacen a sus frutales
y maizales sin poder hacer nada ,
porque son muy pícaras y llegan a la
hora de la siesta sin hacer ruido, aprovechando
que todos están adentro y no
las ven.
Ponen espantapájaros… banderas que
se mueven con el aire… envuelven las
espigas de maíz en diario hasta que sazonen
para poder comer alguno, pero
ellas… siempre ganan.
En la casa hay una que criaron desde
pichoncito, Coquita, se le enseñó a hablar
y es muy graciosa cuando imita a
los de la casa.



Con su verde plumaje pasan en bandadas
conversando alegres … van apuradas
en busca del maíz dulce y sabroso que pronto
desaparecerá bajo sus picos golosos
Así recorren los campos destrozando los sembrados
riéndose del que planta … y de quien ha sudado.
Sus nidos de palitos
hacen pintorescos los eucaliptos
y mientras algún niño los quiere bajar
con su larga caña y tenacidad …
allá en lo alto ellas ríen
de la caña … del niño … y de su afán.
Ellas mucho han trabajado acarreando palitos
para criar sus pichones abrigaditos.

Luego que conté sobre los pájaros que
más abundan por este lugar, me bajo del
galpón y salgo a mirar de cerca los árboles
del campo de Alfonso.
Salvo el paraíso del patio, dos pinos,
los frutales, los eucaliptos, todos son de
la flora nativa del Uruguay, propios de
nuestros campos.
Entre ellos, está el ceibo, un árbol que
da hermosas flores rojas y que fue plantado
por el padre de Alfonso hace muchos
años y que aún se conserva.
Quiero hablarles de los árboles nativos
que conocí en lo de Alfonso además
del ceibo.




Estos no crecen con la rapidez del eucalipto,
de los sauces o mimbres, es que
son árboles de madera muy dura y por
eso tarda tanto su crecimiento.
Tuve que mirarlos desde abajo, porque
sus ramas están ¡cubiertas de grandes
espinas!… ¡imposible que un delicado ratoncito
como yo, pueda trepar y andar
por sus ramas!...

Sombra de toro, ¡miren que espinas!

Esto es un tala

Los campos están poblados por estos
árboles silvestres, plantados por la mano
de la Naturaleza, unos acá… otros por
allá, eso le da el toque que los distingue
de los árboles plantados por la mano
del hombre.
Existen gran variedad, yo nombro solamente
los que veo más de cerca. Ellos
sirven para protección del ganado; en los
días de mucho sol buscan su sombra y
en los días de lluvia, un reparo.
También hay un ombú, pero todavía es
pequeño de acuerdo al tamaño que alcanzan
a través de los años.
Estos árboles llegan a tener una enorme
copa que da protección y sombra,
además un tronco muy grueso que por
lo general con los años se ahueca y sirve
como refugio para guardar herramientas
si está cerca de una huerta.

Coronilla que tiene alrededor de 70 años

Ombú

La vida en el campo es muy distinta a
la que se vive en la ciudad, allí se disfrutan
de los Reinos de la Naturaleza. Se
ven los amaneceres y las puestas del sol,
nada tapa tu visión.
Se escucha el canto de los pájaros, se ven
las noches estrelladas y la luna alumbrando
los campos.


Se escucha el canto de los grillos, el
croar de las ranas en el arroyito, el chistido
de alguna lechuza, se ven las luces de
las luciérnagas titilando mientras juegan…
Ese es el reino de la noche… todo se
aquieta, pero a veces esa quietud se ve
interrumpida y se escucha gran alboroto
en el gallinero que alerta a la familia
y salen presurosos , porque saben que
puede andar una comadreja!!!...
Es muy pícara, come todo lo que encuentra!.
De día no se la ve porque duerme, hace
su nido en los troncos ahuecados de los
árboles viejos y sale por las noches a
darse su festín.
Cuando la sorprenden, se hace la muerta!!!,
quedándose con los ojos cerrados
y la lengua afuera, para en un descuido
¡escapar!.



A cada ser, la naturaleza le dio los medios con que defenderse. 

Otra cosa que ocurre más de una vez,
es sentir un olor muy desagradable, y
penetrante a cualquier hora del día. Les
escuché decir «anda un zorrino» o zorrillo.
Cuando éste se enoja o se asusta, arroja
al aire un líquido aceitoso que sale de
dos glándulas que están cerca de la cola.
Si este líquido llega a tocar la cara de
otro animal, le produce una sensación
de quemazón y si le alcanza los ojos, lo
deja ciego por unas horas.
Esto es lo que tiene para defenderse
contra sus enemigos.



Algo que me ha maravillado en el tiempo
que hace que vivo acá, es ver ¡un arcoiris!.
¡Qué belleza…. aquello tan hermoso
atravesando el cielo!, ver donde
nace y donde termina, con sus extremos
perdiéndose entre las lomas ese arco de
colores! Además miro llover sin mojarme,
ya que lo hago desde el galpón.
Cuando vivía en la casona escuchaba
a la abuela contar, que sus cuadernos
escolares siempre tenían arcoiris que
ella pintaba, ya que le gustaban mucho…
y le siguen gustando!, ella dice ¡que tiene
sus colores dentro de ella!.
¡Cuántas cosas maravillosas se vive en
el campo!. ¡Valía la pena el largo viaje!.
En mi recorrida por el campo llegué
hasta el arroyito, que es una aguada permanente
para el ganado, los caballos…
y para todos los
 animales que quieran
beber en él. Es muy bonito el lugar y es
precioso ver correr el agua, da mucha paz.


EL ARROYO







El arroyo cantarín en su marcha rumorosa
recibe el saludo de aves y de nubes color rosa.
Él acaricia las piedras y les cuenta de su andar
siempre alegre y confiado en llegar a la gran mar.
A ella llegará un día cuando el río lo reciba
y lo lleve presuroso hacia el destino elegido.
Allí estará feliz formando parte del todo …
con las olas jugará y se mecerá gozoso
disfrutando como un niño …
de este nuevo ¡vivir grandioso! …

Como a mí me interesa todo lo que
está relacionado con el campo, me
escondo donde ellos y el gatito no me
puedan ver.
A veces lo hago, como ya lo dije, en el
reloj de pared del «estar», o si hace buen
tiempo y se sientan afuera, me escondo
en el árbol de paraíso o detrás de alguna
planta.
Me gusta cuando recuerdan de la estadía
de los hijos de los abuelos y de
Gonzalo y Agustín, los nietos, ya que les
encanta venir a lo de Alfonso
Cuando el auto llegaba a la portera le
pedían a su padre que los dejara bajar y
salían corriendo felices con sus brazos
abiertos hasta llegar a la casa llenos de
alegría, porque sabían todo lo que iban
a disfrutar…, que han nacido pavitos…
que la cerda dio cría, todo era nuevo para
ellos y sus caras se llenaban de sonrisas
frente a tanta novedad.

Llegando a la casa

Agustín con Chacurra

Chacurra y Petunia, ¡qué amigas son!

Precioso corderito con su mamá

Agustín arrojándoles maíz a los pavos

Pequeño ternero

El potrillo Blas con su mamá

¡Qué rica está la mema!

¡Cuántos cerditos tomando teta!

¡Qué lindo trepar por el tejido!

Como creo que ya he contado mucho
sobre mi estadía en LA TATUCERA de Alfonso,
me despido hasta el próximo librito
que se llamará :» MIS AMIGOS EN
LO DE ALFONSO».
De acá no pienso marchar, ya que este
es el lugar ideal para vivir un precioso
ratoncito como yo, con abundante comida,
buena cama, grandes espacios para
recorrer, aire puro para respirar y amigos
de los que ya les contaré.
Me despido entre el gluglutear de los
pavos… el cacareo de las gallinas… el
piar de los pollitos… el relincho de los
caballos… el mugido de las vacas… el
balido de los terneros… el gruñido de
los cerdos… los ladridos de Chacurra…
los gritos de los teros… el canto de los
horneros y de otros pájaros que nos visitan
y toda la sinfonía de sonidos que
vibran en el campo.
Como a los abuelos los veo todas las
semanas, mi felicidad es completa, pues,
no los voy a extrañar.

¡Hasta la próxima!.

Mis amigos en lo de Alfonso

La imaginación creativa, es algo que se debe incentivar en
todo niño para que él desarrolle los dones latentes en su personalidad.
Lo puede hacer a través del juego o en horas de simple
esparcimiento, pues eso enriquecerá su vida y le ayudará a
usar lo que tiene a mano para crear o solucionar la la falta de
algo que necesite.
Juntas, la creatividad y la imaginación, el niño empieza a
descubrir un mundo nuevo y se desarrolla su ingenio que forma
parte de su personalidad.
En este momento en que el consumismo se devora a la sociedad,
miremos a los niños que carecen de juguetes, cómo
se las ingenian para poder jugar con las cosas más sencillas
que encuentran muchas veces tiradas, y cómo disfrutan creando
su propio mundo de fantasía.
Que sean como el ratón de campo, amigo de Miguel, que
con una simple cáscara de sandía crearon un «sube y baja»…
y mucho se divirtieron.


Como ya les he dicho, vivir en lo de Alfonso,
es estar viendo siempre cosas hermosas
y entre ellas…¡muchas mariposas!.
Anair tiene un lindo jardín, ellas lo vienen
a visitar, igual que las abejas y otros
pobladores de esos lugares. Todos nos
llevamos muy bien, nos respetamos y nos
amamos y por lo tanto dialogamos mucho
entre nosotros. Siempre los pequeños
cuidándonos de las especies más
grandes, ya que la Creación hace que se
cumpla «la ley del más fuerte» para conservar
el equilibrio ecológico entre nosotros.
Si yo no me cuidara de Casius el
gato de la casa… ya hacía mucho que
me había comido.


Así lo hicimos por un
largo rato, pero luego
llegó Anair y se lo llevó
mientras decía
que se lo iba a regalar
a Belén una niña
vecina , que mucho lo
iba a cuidar, ya que
amaba enormemente
a los animales.
¡Poco me duró mi amiguito!, pero no
importa, el tiempo que pasé con él, fue
inolvidable para mí. En realidad, él iba a
crecer rápido y me resultaría un peligro.



Otra vez jugué con una liebre, que se
había metido en el galpón de los forrajes,
ella me enseñó a saltar a la cuerda,
¡cómo me divertí … y cansé!.
¡Si la llegaban a descubrir! … ¡sí, que
iba a tener que salir más que rápido!.
Ellas son muy
perseguidas por
los agricultores ya
que se comen las
hojas y bulbos de
zanahorias, boniatos, papas… en fin…
muchas cosas …


Alfonso contaba que un vecino puso un
perro en la huerta para que las corriera,
pero ¡se hicieron amigos y jugaban juntos!
Ja ja ja.
Así lo hicimos por un
largo rato, pero luego
llegó Anair y se lo llevó
mientras decía
que se lo iba a regalar
a Belén una niña
vecina , que mucho lo
iba a cuidar, ya que
amaba enormemente
a los animales.
¡Poco me duró mi amiguito!, pero no
importa, el tiempo que pasé con él, fue
inolvidable para mí. En realidad, él iba a
crecer rápido y me resultaría un peligro.

Todo lo bueno que hemos vivido tenemos
que atesorarlo en nuestro corazón
y nos servirá para recordarlo cuando vivamos
momentos difíciles.

Tengo que contarles que he conocido
y me he hecho de otros amigos, entre
los habitantes de ese lugar.
Primeramente uno de mis iguales,
como es un ratón, pero de campo. Él me
ha enseñado muchas cosas, entre ellas
a divertirnos con lo que encontramos,
como por ejemplo una cáscara de sandía
con la que formamos un lindo « sube
y baja».
¡Cómo nos divertimos!. ¡Qué buena
idea tuve al decidirme venir para acá!.
¡Yo estaba muy encerrado en la casona
y desconocía todo esto!.
Otra cosa muy linda que me pasó fue
que visité la cantera que tiene Alfonso
cerca de la casa y que está llena de agua.
Según escuché, le contaba a los abuelos
que había ido a pescar y en vez de
peces ¡qué sacó, una tortuga! Ja ja ja.
La abuela enseguida dijo: ¡la quiero
para mi jardín!.
Entonces, acordándome de eso pensé:
«tal vez la pueda ver»… y hacia la cantera
marché.
Cuando llegué aquello estaba muy tranquilo,
salvo las zambullidas de unos peces
y una rana que los miraba jugar.
Empecé a caminar por el borde del agua
¡hasta que la ví… qué alegría!…, ¡los peces
también se alegraron!. La saludé y
presentándome, le dije que había oído
hablar de ella en lo de Alfonso y por eso
quería conocerla. Amablemente me contestó
el saludo y me dijo que su nombre
era Totita y que hacía mucho que vivía en
la cantera acompañada de algunos peces
y ranas con los que convivía muy feliz.


Luego de conversar me invitó a dar un
paseo subido a su caparazón.
Muy entusiasmado lo hice, y con la lentitud
propia de una tortuga anduvimos
un rato.
Por el camino nos encontramos con
un grillo que estaba
afinando las
cuerdas de su violín
para el concierto
que daría por la
noche junto con
unos amigos.
Me acordé de los
abuelos de la casona
que ¡tanto los
quieren!…


Nos dijo que su
nombre era Yiyí. Él
también vivía muy
feliz en el campo,
compartiendo aquellas inmensidades
con muchos y queridos amigos.
Luego de conversar un rato nos despedimos
y seguimos nuestro paseo, muy
contento por haber conocido a¡ tan buen
concertista!.



Así seguimos encontrándonos con una
langosta… hormigas con sus cargas…,
mariquitas y ¡también con un Tatadios!.
Como es de imaginar le pregunté … ¿dónde
está Dios!…, de inmediato levantó la
patita señalando el cielo…
¡Qué alegría me dio!, porque sé que la
abuela los quiere mucho, ya que jugaba
con ellos de niña y su mayor alegría era
cuando ellos contestaban la pregunta levantando
su patita…
En verdad que éste ha sido ¡un hermoso
paseo!.
Como mi amiga Totita, camina tan lento,
se nos pasó el tiempo volando y cuando
quise acordar el sol ya se estaba escondiendo.
Así que me despedí de ella
prometiéndole regresar.
Salí rápido hacia el galpón de los forrajes,
donde tengo mi linda camita y
¡toda la comida que quiero!.
Creo que por ahora es suficiente de
cuentitos con mis amigos.
Los quiero mucho a todos. ¡Chau!.

 


















ANDANZAS…
El ratoncito Miguel corre… corre sin parar recorriendo
los galpones donde está el rico yantar.
Y mira con ojos de asombro aquél bonito lugar ¡tantas
veces añorado por los que los van a visitar!.
La sombra del paraíso hace fresco aquel lugar donde
se sientan felices a contemplar el lagar.